Convengamos desde el principio que Reinaldo Rueda ha cometido errores, el más grave de ellos, dejar afuera de la Selección a los dos hombres más pensantes de la Generación Dorada, Claudio Bravo y Marcelo Díaz. Pero coincidamos en que ambos no están por razones extrafutbolísticas, producto de que el entrenador heredó un camarín quebrado y desordenado, que es lo que también tiene al margen a Eduardo Vargas.
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Abundan los que critican que el colombiano se ha “pisado la cola”, que porque un día dijo “X” y a los tres meses salió con “Y” es un inconsecuente, que deben ser los mismos que dicen que Marcelo Bielsa es un obsecuente, que no gana nada porque no transa con sus principios. No hay acto más humilde que darse cuenta de las fallas en el camino y enmendar el rumbo, de eso se trata el deporte y la vida.
Para Rei habría sido más fácil hacer “la gran Juan Antonio Pizzi”, o sea, no tocar nada, aprovechar la herencia del Loco y de Jorge Sampaoli, y meter uno que otro cambio en el equipo, como hizo Macanudo con Pablo Hernández. ¿Y cómo terminó eso? Con Chile fuera del Mundial de Rusia, con un fin traumático de un proceso exitoso y con un país que pedía a gritos un recambio.
Y eso es justamente lo que ha hecho el cafetero en este año que lleva al mando, donde ha buscado agua en el desierto que es el fútbol chileno por estos días, probando a jugadores que quizá hoy no están a la altura, que en el papel no merecen vestir la Roja actualmente, pero quién sabe mañana. No se olviden de que Carepato hasta los 24 años jugaba en Deportes La Serena.
Que la selección chilena no tiene la intensidad de antaño no es un misterio para nadie, pero eso está lejos de ser responsabilidad del DT. Arturo Salah optó en su momento por cortar el estilo bielsista-sampaolista que se había implantado en la última década, que pudo ser continuado por Gerardo Martino (ahora en México) o Eduardo Berizzo (en Paraguay), por ejemplo, pero todos sabíamos que el caleño era de otra línea, la del equilibrio.
Su tarea, como él mismo ha dicho, ha sido sembrar para que tal vez otros cosechen a futuro. Dependerá de nosotros, el “medio”, tener paciencia para ver los frutos.