Uno nos está haciendo celebrar y el otro sufrir, así es este deporte, duro, difícil, de rachas, por lo que tener una buena «cabeza» marca la diferencia. Mientras a Cristian Garin (sí, así hay que escribirlo ahora) le sale todo, a Nicolás Jarry no le resulta nada. El tenis es muy complicado y son muchos los factores que implican tener una buena o una mala temporada.
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Pero centrémonos en el número 2 de Chile. Al Príncipe le está fallando uno de los puntos más altos que tuvo en 2018, el temperamento, la cabeza. Jarry en la temporada pasada ponía su «cara la poker», la que incluso dijo que practicaba, y sacaba partidos intensos adelante, como con Thiem en Hamburgo o con Cilic en Shanghai.
Ahora el chileno está sumamente frágil, no confía en sí mismo, se enreda y le está costando una enormidad cerrar los partidos. Para muestra un botón: de los siete partidos que ha ganado en 2019, sólo uno fue en dos sets, ante el joven austríaco Rodionov en la Copa Davis. Y hablando de números, los de Jarry son derechamente malos, porque de los 17 duelos que disputó, perdió 10.
Muchos critican a su entrenador Martín Rodríguez, pidiendo su salida, hecho que viene pasando en redes sociales hace bastante tiempo. Creo que no es la solución, sobre todo estando a mitad de la temporada y justo en la parte del año donde puede sacar más resultados, en la gira de arcilla. Tiene que seguir trabajando con el argentino, pero si debe hacer una modificación en su staff, tiene ser con su sicólogo, porque la cabeza juega mucho en el tenis y es ahí donde está «cojo».
Los 11 partidos que ha jugado al máximo de sets (uno en cuatro en Australia ante Mayer) dicen que algo no anda bien con Jarry, que no puede ganar con facilidad. También sus gritos de desahogo cuando gana un partido, como lo fue el sábado ante el taiwanés Tseng, que recién empieza su carrera y complicó mucho al chileno.
Jarry aún está a tiempo de mejorar y enrielar la campaña, para que Chile, por qué no, tenga a dos top 50 en el corto plazo y se una a Garin, quien vive el otro lado de la moneda.