Por Juan Ignacio Gardella
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Con menos de 24 horas de diferencia, vimos por qué los clubes chilenos no logran dar el salto de calidad en los torneos internacionales. Tanto la U. de Conce como la Católica mostraron lo que no hay que hacer para avanzar de ronda en la Copa Libertadores, siendo que lo tenían todo para quedar bien paradas de cara a la última fecha de la fase grupal.
El martes, el Campanil vencía cómodamente 2-0, pero después del entretiempo decidió regalarle la pelota a Olimpia, los paraguayos hicieron lo que mejor saben, o sea, tirar centros, y llegaron al empate 2-2. El equipo de Bozán pudo sobreponerse al duro golpe y se adelantó 3-2, e, incluso, quedó con un hombre más, pero así y todo volvió a entregar la posesión y lo pagó caro con un 3-3 que lo obliga a ir a ganar a Argentina para clasificar a octavos.
El miércoles, la UC se encontró de rebote con el 1-0 contra un limitado Central en Rosario y así se fueron al descanso, pero en la segunda mitad, los cruzados se dedicaron a mandar pelotazos para arriba y a esperar a los canallas en las barbas de Dituro, por lo que era cosa de tiempo para que llegara el 1-1, ya fuera por un mérito del rival, por un error propio o por la mala suerte, como fue el autogol del Chapa Fuenzalida. La igualdad provoca que el cuadro de Quinteros tenga que conseguir los tres puntos en Brasil para meterse entre los 16 mejores.
Está bien, los rivales también juegan y es entendible que cuando están abajo en el marcador pasen a adueñarse de las acciones, pero algo muy distinto es ceder el protagonismo casi por completo y rezar para que pasen los minutos, porque tanto va el cántaro al agua… No sé si el haberse metido atrás habrá sido por una instrucción venida desde la banca o por una reacción instintiva de los jugadores, pero lo cierto es que da cuenta de por qué nuestros representantes no llegan al cierre de sus grupos con la primera opción de alcanzar las fases decisivas del máximo certamen continental.
Lo positivo es que las universidades no podrán salir a especular ante Godoy Cruz y Gremio, respectivamente. Ambas ya demostraron que las armas para pelear de igual a igual las tienen. Si se creen el cuento, quién sabe…