Me agarro de esta frase del himno de Universidad Católica para expresar mi molestia y también mi sorpresa por el mezquino partido que hicieron los cruzados en Porto Alegre, donde estaban obligados a ganar para avanzar a los octavos de final de la Libertadores y no llegaron ninguna vez con peligro al arco del Gremio, ya que sólo se dedicaron a ver jugar al local y a mandar pelotazos para arriba.
PUBLICIDAD
Es difícil explicar que alguien haya perdido algo cuando no tenía nada que perder, como era el escenario de la UC en Brasil, pero lo cierto es que Gustavo Quinteros sí perdió cierta simpatía entre los hinchas con un planteamiento ultra conservador, similar a lo hecho por el Colo Colo de Héctor Tapia en los cuartos de la edición pasada de la Copa en la visita al Palmeiras, donde buscó evitar el papelón.
Es verdad que la Franja otra vez tuvo mala suerte en el sorteo y le tocó un grupo complicado, pero también hay que dejar claro que Rosario Central es uno de los peores equipos argentinos del momento y que el cuadro brasileño ya no es el cuco de las dos versiones anteriores, como lo demostró en San Carlos de Apoquindo, donde los chilenos ganaron sin grandes complicaciones.
También vale la pena recordar que como pocas veces en la era de Cruzados, la dirigencia se metió la mano al bolsillo y armó un plantel de lujo para dar pelea en el ámbito internacional, y aunque la Cato sí fue competitiva, la participación en el máximo torneo continental estuvo lejos de cumplir con las expectativas tanto del club como de los fanáticos, más allá de que la Sudamericana pueda asomar más accesible para llegar a instancias mayores.
Está por verse si Edson Puch y compañía seguirán en la precordillera con un presupuesto más acotado, y si la fe hacia el porvenir no se vio resquebrajada por la pobre imagen dejada en tierras brasileñas.