Gianluigi Buffon, quizá el máximo ídolo contemporáneo de la Juventus, volvió a la Vecchia Signora tras una temporada en el PSG. A su llegada a Turín, el arquero Wojciech Szczesny y el defensa Giorgio Chiellini le ofrecieron devolverle la camiseta número “1” y la jineta de capitán, respectivamente, pero Gigi las rechazó. “Yo no estoy aquí para quitar nada a nadie. Estoy aquí para dar mi aporte”, explicó el campeón del mundo en el 2006 con la selección italiana.
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Por contraparte, en las últimas semanas hemos sido testigos del pésimo manejo de los casos de los máximos ídolos de los dos clubes más populares de nuestro país. Encontrones públicos entre Johnny Herrera y Alfredo Arias y privados entre Esteban Paredes y Mario Salas han marcado la pauta primero en Universidad de Chile y luego en Colo Colo. Mientras tanto, en Azul Azul y Blanco y Negro cuidan cada una de sus palabras para no echarse en contra a sus respectivas hinchadas, pero tampoco desacreditar a sus entrenadores.
En este delicado escenario, los futbolistas saben que tienen la sartén por el mango. Como las concesionarias son sinónimo de negocio y los técnicos están de paso, el ayer glorioso avala a los referentes, quienes serán apoyados por Los de Abajo o la Garra Blanca cualquiera sea la postura que tomen. Ahí es donde deben demostrar su grandeza más allá de la cancha, porque para nadie es un secreto que el Samurái venía jugando a un bajo nivel cuando perdió la titularidad y que el Tanque, físicamente, ha tenido un año para el olvido.
En Cruzados les sacan ventaja a sus archirrivales en este tema, ya que aprendieron la lección de lo ocurrido con Milovan Mirosevic, que les costó bastante caro, y ahora tratan con pinzas cada caso. Ejemplo de ello fue el tratamiento que le dieron al retiro de Cristián Álvarez, quien supo asimilar su rol secundario, tanto con Mario Salas como con Beñat San José. No me cabe duda de que a nivel dirigencial, en el Centro Deportivo Azul y en el Monumental aspiran a copiar el modelo implantado en San Carlos de Apoquindo, donde les hacen seguimiento a los jugadores que dejaron huella en la precordillera para que tengan las puertas abiertas cuando decidan volver a quemar sus últimos cartuchos.
Aquí, la pregunta de fondo cae de cajón: ¿Club o ídolo? La respuesta es más clara aún: un verdadero ídolo es el que pone a su club por encima de sí mismo, dejando de lado su ego. Herrera y Paredes tienen la posibilidad de ser más grandes todavía.