Directa, de carácter fuerte y con un temple forjado a punta de barras y discos, María Fernanda Valdés tocó el cielo en los Juegos Panamericanos de Lima 2019 al conquistar la medalla de oro en el levantamiento de pesas en la categoría 87 kilos, tras dos intentos fallidos en Guadalajara 2011 y Toronto 2015, donde tuvo que conformarse con el segundo lugar y colgarse la presea de plata en -75 kg.
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En medio de sus ajetreados días, la deportista nacida en Coquimbo hace una pausa en uno de los gimnasios del Centro de Entrenamiento Olímpico de Ñuñoa para sentarse a conversar con El Gráfico Chile e interrumpir su preparación de cara al Mundial de Tailandia que se disputará en septiembre, donde la medallista buscará el boleto para los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.
¿Cómo han sido estos días post medalla de oro en los Panamericanos?
Han sido caóticos, porque todos piensan que una tiene todo el tiempo del mundo y no es así. Una tiene que volver a la rutina, a los entrenamientos y lamentablemente se te acortan los tiempos estando en Chile, entonces, es importante que la gente sepa que una tiene que volver a entrenar. No tengo tiempo para nada en la vida normal, imagínate ahora, post medalla.
¿Qué es lo que más te ha sorprendido después del triunfo en Lima?
Mira, yo agradezco mucho el cariño de la gente, pero no estoy acostumbrada a tanta exposición, a la farándula (risas), soy más bajo perfil. Eso me ha chocado un poco, me invitan a tantos lados y me da lata decir que no, pero es porque mi proceso parte de nuevo, la medalla ya se sacó y listo. En septiembre viene el Mundial y tengo que tener la cabeza puesta en eso, y no en andar saliendo en la televisión o cosas así.
¿Mucho oportunismo, crees tú?
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No sé si oportunismo, pero claro, todo el mundo me dice «aprovecha, es tu momento». Pero, al final, ¿de qué me sirve, digo yo? Si tengo que seguir entrenando para obtener más logros.
Pero quizá te sirve para ser un referente para los niños, por ejemplo…
Cada uno es dueño de su verdad, yo igual soy media estricta y pesada en ese sentido. A mí siempre me ha gustado ser parte de mi propio proceso. Llevo tanto tiempo con la misma rutina, que cambiarla me incomoda.
¿Disfrutaste poco la medalla?
No, la disfruté lo suficiente, como disfruto yo. Fue lo justo y necesario.
¿Por qué dijiste que el oro que obtuviste valía «casi nada»?
No es que no valía casi nada, sino que habemos tantas personas detrás de la medalla, que a eso me refería con el valor «casi nada», porque somos tantos, que cada uno tiene su parte.
Hay un aspecto sicológico importante en la obtención del oro…
Una siempre le echa la culpa a lo sicológico y cuando ya está resuelto, se da cuenta de que hay cosas físicas o externas que hay que saber controlar. Todo el mundo le echa la culpa a lo sicológico y a veces no es así.
¿Crees que tu carácter te jugó en contra alguna vez?
Muchas veces me jugó en contra. Mi carácter es súper fuerte, a veces estoy conversando normal y la gente piensa que estoy discutiendo o echando la «pachotada» encima, pero no es así, es mi forma de hablar, de expresarme. Creo que la gente no está acostumbrada a que una mujer hable tan fuerte, eso como que intimida o molesta.
«No prometo nada para los Juegos Olímpicos»
¿Cuál es tu proyección para los Juegos Olímpicos?
No prometo nada. Mi punto de vista es súper claro. Trabajo para algo, pero no me gusta decirlo. Sólo entre mi entrenador y yo están esas conversaciones, esos preparativos, lo que hay que hacer y lo que no, y eso me lo guardo para mí.
¿Pero te quita el sueño la posibilidad de ganar una medalla?
No, no me quita el sueño (risas)… Yo creo que a todo el mundo le quita el sueño, pero hay que ir paso a paso, estamos clasificando, no hay que saltarse etapas, tenemos que ir piano piano.
¿Cómo ves el presente de la halterofilia en Chile, con dos exponentes en la primera línea?
Lo veo bien, viene el recambio, vienen niños. Falta harto, pero están. Creo que vamos por buen camino
¿Qué crees que le falta a la disciplina para que siga creciendo?
Es que tenemos que asumir que los niños de ahora en Chile son muy flojos. Yo nací en el campo, en Coquimbo, y mi juego era subirme arriba del árbol, andar corriendo, pero ahora hasta el niño más chico tiene PlayStation. Entonces, las habilidades se van perdiendo por culpa de la tecnología. Estamos al debe en varios deportes por lo mismo, porque los niños no se interesan por los deportes convencionales, prefieren estar en la casa con el celular o la tele.
Entonces, existe poco fomento a la práctica del deporte…
Exactamente, pero también desde la casa. Lo que pasa es que la rutina diaria y que lleguen cansados a la casa también afecta. Traer un niño para acá (al Centro de Entrenamiento Olímpico) implica mover al papá de la casa y no todos lo hacen. Hay muchos que sí, pero no todos se dan el tiempo para hacerlo.
¿Te ha golpeado alguna vez el tema de la igualdad de género, en una disciplina tan vinculada a la masculinidad?
A mí nunca me ha tocado, nunca me ha hecho diferencia, ni más ni menos. Sacando el fútbol, creo que en el deporte tampoco existe esa desigualdad salarial, por ejemplo. A un hombre y a una mujer se les paga lo mismo por títulos o medallas.
¿Cómo se fue dando lo del cambio de categoría?
Fue complicado, porque yo no me di cuenta cuando me cambié de categoría. Llegué un día y estaba pasada de peso, entonces, tuve que adecuarme en ese minuto a los 90 kilos y cuando lo asumí, vino la categoría de los 87 kilos y ahí me costó un poquito, porque era desordenada con el peso, pero ahora está todo controlado.
¿Hay María Fernanda Valdés para rato?
(Risas) Yo creo que, rasguñando, me quedan dos ciclos olímpicos más.