En tiempos de redes sociales, donde los clubes anuncian fichajes y ventas a través de Twitter, y los jugadores se expresan más por Instagram que en entrevistas o conferencias, el trabajo periodístico se ha visto facilitado por la inmediatez, pero, a la vez, dificultado por las interpretaciones.
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En momentos donde todo un país espera la foto de la paz o una declaración conjunta para dejar atrás los conflictos del pasado y por fin poder enfocarse en el futuro, donde fotógrafos y camarógrafos hacen milagros para captarlos juntos, Vidal sube un video cantando una canción del grupo de su hermano Sandrino con frases como «no somos Judas» y «aquí no hay traiciones».
Sabiendo lo que iba a provocar, o sea, publicidad gratuita para Street Dream Music, logró su objetivo con creces, para luego despacharse un posteo apuntando a los «periodistas mediocres» para que «busquen problemas en otro lado», como si su pelea con Bravo fuese un invento de la prensa.
Cabe recordar que todo este rollo se desencadenó por el mismo medio que tanto le encanta al volante, por una publicación de la mujer del arquero, más allá de que ésta no fuera el origen, sino las indisciplinas de las cuales él ha sido protagonista.
También vale la pena refrescar que un simple emoticon enojado cuando no jugaba le significó un buen problema en Cataluña y un llamado de atención por parte del club, y el mediocampista agachó al moño, pero en la Selección sabe que es el Rey y que hace lo que quiere, y nadie le va a decir nada.
Hablando de Barcelona, ¿por qué llega Sport y puede hacerle una entrevista en plena concentración de la Roja en Alicante, pero Pinto Durán es un búnker blindado para las exclusivas de los medios chilenos, aunque un mismo jugador quiera conceder una? Y lo digo por experiencia propia, bastante reciente, por lo demás.
Teniendo en cuenta lo que puedo generar con mis palabras, aprieto botón «publicar» para esta columna mediocre. Y no la bajaré al ratito.