José Ignacio Cornejo se sienta en la mesa de los grandes. Con 25 años, se convirtió en el cuarto piloto chileno en ganar una etapa en la categoría de motos del Dakar.
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Carlo de Gavardo abrió la ruta cuando éste se disputaba en África, Francisco López siguió la huella del Cóndor de Huelquén cuando la prueba se trasladó a Sudamérica y Pablo Quintanilla tomó la posta de Chaleco en nuestro continente. Ahora, Nacho continúa la senda de Quintafondo en Asia, específicamente en Arabia Saudita, donde se desarrolla la actual edición.
La historia del joven corredor nacional en el rally más difícil del mundo es notable. Es de esos relatos de oportunidades inesperadas que se aprovechan, de un “oportunista” en el buen sentido de la palabra, quien supo entrar en una ventana que se abre para meterse de lleno en la élite de esta dura competencia.
La ventana
En el 2014, Cornejo compitió en su primer rally, el Desafío Inca, donde acabó como escolta, a tres segundos del vencedor. Gracias a su actuación en Perú se ganó la inscripción para el Dakar 2015, pero no la tomó por no tener la preparación adecuada y por no contar con los recursos suficientes.
Tampoco estaba preparado el 19 de diciembre del 2017, cuando recibió un llamado de Honda para saber si participaría en la máxima prueba. “Les dijimos que no teníamos nada. Pasaron unos días y nos preguntaron nuevamente si Nacho estaba en condiciones de correrla, porque tenían un piloto con problemas y no sabían si llegaba a la carrera”, cuenta su papá desde Arabia Saudita.
El telefonazo que le cambió la vida llegó poco más de una semana después. “El 28 nos confirmaron que debía viajar, así que hicimos todos los trámites en dos días. Viajó el 2 de enero a Lima y ahí supimos que era Paulo Gonçalves. Lamentablemente para él, su lesión era complicada. Lo reemplazó y lo hizo bien”, resalta su progenitor.
Claro, terminó 10º en la general de esa edición, siendo el corredor más destacado del equipo. En el 2019 mejoró esa posición, al rematar octavo.
Hoy marcha tercero, el mismo puesto que obtuvieron De Gavardo, López y Quintanilla. Quién sabe si José Ignacio aprovecha esta nueva oportunidad, da el zarpazo y se consagra como el mejor motociclista chileno de la historia.