Columna: La humildad hecha hombre

El arriero es la representación del logro, pero ése que se obtiene con los valores que transmite el deporte. Sergio Catalán es la demostración empírica de que cuando uno deja todo en la cancha y en la vida, Dios, en la forma que usted crea, va a poner el resto.

No sé por qué esta historia me pega tanto. Tal vez sea porque mi familia materna es de Mendoza y he cruzado el Paso Los Libertadores ocho millones de veces, y todavía no consigo entender cómo esos rugbistas uruguayos pudieron sobrevivir 72 días en la Cordillera de los Andes con ese frío, sin abrigo ni comida, con una avalancha incluida y, por si fuera poco, después de salvarse de un accidente de avión.

Eso solo ya daba para tres películas, nueve documentales y 26 libros*, como resumió uno de los 16 que sobrevivieron, Carlitos Páez, a El Gráfico Chile. Pero no, faltaba más, porque dos de ellos, Roberto Canessa y Fernando Parrado, se resistieron a morir en medio de la montaña y débiles como estaban, por no decir en los huesos, se mandaron una caminata de 10 días por la nieve, con un «equipamiento» que el mejor escalador del mundo rechazaría hasta para subir el Cerro Manquehuito, para encontrar a un ser humano.

He leído mucho, muchísimo, sobre este cuento, y le digo «cuento» porque realmente la realidad supera a la ficción en, quizá, el relato de supervivencia más increíble de todos los tiempos. Varias veces se me puso la piel de gallina leyendo el libro escrito por Nando contando esa excursión final, que no tenía por dónde ser exitosa, pero que terminó siéndolo gracias a un chileno.

Sergio Catalán, fallecido el pasado martes a los 91 años, es la excusa para escribir esta columna, sobre un tema al que siempre quise dedicarle unas líneas. Usted se preguntará qué tanto tiene que ver esto con los deportes, más allá de que los charrúas jugaban al rugby y de que el campesino criollo cabalgó 14 horas para pedir ayuda y rescatarlos.

El arriero es la representación del logro, pero ése que se obtiene con esfuerzo y compañerismo, con superación y perseverancia, para hacerla corta, con los valores que transmite el deporte. Ese hombre es la demostración empírica de que cuando uno deja todo en la cancha y en la vida, Dios, en la forma que usted crea, va a poner el resto.

Y cuando usted llegue a ese objetivo, ojalá tenga la misma humildad que tuvo este héroe, quien nunca quiso robarse el protagonismo que le pertenecía.

Que ése sea su legado.

*El libro más inspirador que he leído en mi vida se llama «La sociedad de la nieve», de 16 capítulos, uno por cada sobreviviente, de puño y letra. Si usted piensa que algo es imposible, léalo.

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