El Gráfico Chile

“Gurú” en historia de la cultura de los estadios entrega su receta para acabar con los violentos: “Hay que hacer que se sientan ridículos, no los patrones del lugar”

Pierre Lanfranchi estuvo en Chile cuando se lanzó el Plan Estadio Seguro, en el 2012, y ocho años después comenta la situación actual. El temor por la “Tragedia de Port Said” en Egipto, el caso ejemplar del Fenerbahce en Turquía y la solución al hooliganismo en Inglaterra, para que las autoridades tomen nota.

En el 2012, específicamente el 8 de mayo, el Plan Estadio Seguro fue publicado en el diario oficial. El programa se presentaba como la solución a la violencia en los recintos del fútbol chileno, pero, ocho años después, ésta ha reflotado con más fuerza que nunca, dentro del contexto del estallido social.

En ese acto de lanzamiento estuvo presente Pierre Lanfranchi, experto en historia de la cultura de los estadios. Con vasta experiencia en el tema, el francés de origen argelino, quien estará en nuestro país en marzo para la selección de alumnos del Diplomado Ejecutivo Internacional en Gestión del Deporte FIFA/CIES, comenta lo que está pasando actualmente en el balompié criollo.

¿Cuál es tu opinión sobre la existencia de las barras en el fútbol?

Las barras son una señal evidente de una necesidad de pertenencia, de una crisis de identificación, de un deseo de ser miembro de un grupo solidario cuando la política, la Iglesia o los sindicatos no cumplen las reglas. Pueden ser vistas como un ritual de paso, una fuerza social o, en casos de situaciones sociales o políticas inestables, como un peligro por unos y un apoyo potencial por otros. Son una expresión de solidaridad de objetivos comunes. Movimientos radicales las han usado, como los neofascistas en Europa, los Hermanos Musulmanes en Egipto, Berlusconi en Italia, Macri en Argentina…

¿Las barras pueden ser consideradas agentes sociales o sólo se aprovechan del momento que está viviendo el país para hacer su negocio?

Las dos, por cierto. Las manifestaciones de la “Primavera de Chile” han tenido una continuación lógica en la actitud de las barras, que muchas veces se sienten las hijas legítimas de las protestas de octubre. No creo que sea importante saber si lo son o no, pero algunos grupos las pueden utilizar, pasa en todos lados. El peligro mayor ahora es una respuesta como en Egipto después de la “Tragedia de Port Said” (N. de la R.: 74 muertos y cerca de mil heridos en un partido entre el Al-Masry y el Al-Ahly en el 2012, los aficionados del primer equipo apoyaban incondicionalmente al régimen de Hosny Mubarak, mientras que los hinchas del segundo eran firmes defensores de la “Primavera Árabe”).

Estadios
La «Tragedia de Port Side» en Egipto, ícono mundial de la violencia en los estadios, tuvo un componente político, como ocurre actualmente en Chile

¿A las barras hay que intentar eliminarlas o dialogar con ellas?

Dialogar, pero no necesariamente con las barras. Se pueden imaginar modelos alternativos. Me gusta mucho el caso del Fenerbahçe en Turquía, que después de hechos graves de violencia no cerró el estadio, sino que lo abrió a niños, mujeres y personas mayores, pero no a los hombres de 15 a 50 años, por tres fechas. Eso es bastante mejor que partidos jugados en estadios vacíos. Pensar el fútbol en un contexto de diálogo social me parece esencial en estos días y en particular en Chile, el Estadio Nacional en septiembre de 1973 no se puede olvidar hoy, es el otro lado de la misma medalla. Tenemos que pensar en otra moneda, en otro paradigma que no sea estadio-violencia-represión, como en el sentido griego de discusión-innovación. La solución inglesa al hooliganismo fue exactamente esta lógica, “pensar más allá”. Es más complicado, por cierto, necesita muchos más esfuerzos, pero creo que vale la pena.

Tú estuviste en Chile cuando se lanzó el Plan Estadio Seguro. ¿Por qué crees que, ocho años después, sigue habiendo violencia en los estadios de acá?

Los estadios son la continuación lógica de las protestas en las calles, porque ofrecen un cierto nivel de impunidad y de miedo que es atractivo para ciertos grupos que creen que ahí está la respuesta a la pregunta “¿cómo continuar la lucha?”. Es un poco infantil pensar eso, pero algunos lo creen. Es una cuestión de visibilidad, todos los sociólogos y criminólogos que se ocuparon de los hooligans se centraron en este tema. Aunque también es una forma de pasión profunda por un club, cuántos son los hinchas de todo el mundo que se tatúan el escudo de su equipo, es la identificación con un ideal. Tú y yo no compartimos esta visión muy simplista, pero otros sí, mientras que otros la usan.

¿Qué consejos les darías ahora a las autoridades chilenas, que parecen estar desorientadas?

Pensar en abrir los estadios a todos, incluyendo más mujeres, adultos mayores y niños, y no cerrarlos. Crear foros de discusión. Ofrecer más posibilidades de voluntariado en los clubes. Más partidos femeninos. Más actividades lúdicas y de empeño social en el estadio. Que el violento se sienta ridículo, no patrón del lugar. Algunos equipos pequeños en Chile están haciendo proyectos muy innovadores de inclusión, miremos un poquito más a ellos.

¿Crees que las autoridades han tenido miedo de enfrentarse a las barras? ¿Falta alguien que se ponga los pantalones?

No, en este momento, enfrentarse no sirve. Cierto es que el violento tiene que estar fuera de los estadios con reglas claras, estar en la estación de policía durante todos los partidos de su equipo por toda una temporada o más, para estar seguros de que no puede repetir sus actos, y tampoco seguirlo por televisión. Crear nuevos paradigmas de la cultura del estadio lo más temprano posible es la clave y significa que todos, hinchas, políticos, policías, periodistas, jugadores, sponsors y dirigentes piensen en mejorar, no en demonizar al otro. Así no se soluciona nada.

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