El arquero de Everton de Viña del Mar, Johnny Herrera, sufrió el sensible fallecimiento de su madre Gladys Muñoz hace unas semanas y tras su muerte se identificó que la causa era por el virus covid-19. A un par de semanas de eso, el histórico ex guardameta de Universidad de Chile cuenta cómo fueron esos últimos momentos con su mamá y la contraproducente sensación que sentí de que podía mejorarse.
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«Se sentía apaleada y le dolía todo el cuerpo. Hablábamos todos los días porque se sentía mal y la verdad es que yo lo único que le pedía a los doctores es que la dejaran luchar porque era una mujer de esfuerzo, que no se quería ir, quería seguir luchando. No sé de dónde sacó fuerzas y tuvo una mejoría, pero cuando la doctora nos dice que se quería despedir se nos cayó el mundo», dijo en Canal 13.
«Es que la sensación fue de mejoría pero en el transcurso del día le agarró fuerte y mi mamá no pudo seguir respirando. Lo que nos dijeron los doctores es que el covid te agarra, te zamarrea, te relaja y después te pega el golpe final. Fue muy triste porque pensábamos que podía salir de esto y que el tratamiento que le hacían sólo era por posible covid. Lamentablemente mi madre no pudo seguir y hoy está en el cielo», agregó.
Siguiendo en esa línea, Herrera contó que «como (en su momento) era posible caso de covid no podíamos entrar. Como mi hermano ya la había visto yo fui elegido para entrar a despedirme, pero fue contraproducente despedirme porque vi a mi vieja bien y nunca imaginé que se me iba a ir, que la esperanza siempre estuvo porque yo la vi respirando bien y conversando de la vida de mi hijo y era rara la sensación sabiendo que se iba a morir».
Por último, el guardameta contó que tras la muerte de su madre «fue duro porque ya le habían confirmado el covid y ahí cambia todo. Había que meterla a una bolsa y sellar el ataúd Después nos dijeron que teníamos que llevarla de la clínica al cementerio, sin poder velarla, sin la gente que la quería y nos dicen que tenia que ir a Temuco y no a Angol, donde era el deseo de mi mamá de quedar enterrada con su hermana, entonces hablamos con gente conocida y el protocolo nos permitió trasladarla a Angol, pero el proceso es fuerte y de todos, sólo dos se podían despedir. Fue difícil y fue duro pero mi vieja fue tremendamente feliz los últimos años de su vida».