Desde el 16 de marzo que no hay una pelota rodando en Chile. Si bien la detención del fútbol ha centrado la atención en quienes están en la cancha, los que están fuera y viven de la actividad están tanto o más golpeados que una gran masa de jugadores.
El Sindicato de Vendedores del Estadio Nacional, que agrupa a unas cien personas que trabajan en el coliseo ñuñoíno y en otros recintos haciendo comida y comercializando maní, confites o bebidas, está de brazos cruzados hace un mes y medio y la situación se comienza a complicar con cada día que pasa.
“Tenemos compañeros que viven desde siempre del fútbol y que se han visto perjudicados. Como sindicato los ayudamos un poco, pero la ayuda no es tan grande”, detalla su presidenta, Jeisy González.
“Con el sindicato tenemos un WhatsApp y nos vamos avisando si hay que hacer una transferencia o mandar una caja con mercadería”, explica Carmen Araya, que con sus 76 años y sus 60 en el rubro, ha visto de todo en el fútbol, excepto una crisis tan severa como esta.
“Hacemos lo que podemos. Desde octubre que arrastramos deudas de cuotas no pagadas por nuestros socios porque no tienen. En lo económico tenemos que ver cómo lo haremos porque no podemos exigir pagos, pero por ahora seguimos funcionando”, explica González.
“Lo bueno es que nadie del sindicato está con problemas de salud. No tenemos notificación de contagiados por coronavirus”, agrega.
¿Ayuda externa? González lo niega. “Trabajamos para el Nacional, pero somos independientes. Ellos avisan cuándo hay evento, a qué hora llegar y qué puertas se abrirán, pero no hay un aporte económico sobre esto”.
“Tampoco de los clubes que usan los estadios ni de la empresa. Vive Snack, que es la que maneja las ventas en los estadios, no ayuda ni con vestimenta, nada. Vendemos y ganamos un porcentaje. Son como nuestros patrones, pero no se ha hecho ninguna gestión”, complementa Araya.
La pandemia agravó los problemas que vive el rubro y que partieron con el estallido social y la detención del fútbol, así como de otros eventos masivos, como conciertos, donde también trabajan. “Cuando fue lo de la contingencia, sabíamos que volvería en algún minuto, pero ahora dicen que esto seguirá hasta septiembre. Vienen los meses más críticos para quienes no trabajan para empresas ni reciben sueldos o medio sueldos”, narra Araya, que dice, al menos, estar bien: “Afortunadamente, gracias a Dios y al fútbol, tengo una buena vida, mis cinco hijos son profesionales y ahora me están devolviendo la mano. Como he estado bien, he ayudado a algunas personas que están complicadas”.
Y lo complejo de su situación es mayor si se extiende por todo 2019: “El año pasado fue malo porque la gente dejó de comprar. Llegaban tarde a los partidos y eso decae la venta. Antes, la gente llegaba temprano, se juntaban, comían un sándwich con una bebida. Ahora no hay apego por el estadio”, dice Araya, quien confiesa echar de menos el fútbol.
“Me encanta el fútbol, lo echo de menos. Necesito ver fútbol, pido que me pongan un partido en la TV, aunque sea noticias. Ahora hay hartas con Colo Colo”, cuenta.
¿Y qué le parece lo del Cacique? “Insólito, no entra en la cabeza. Uno con el tiempo va viendo cosas que antes no se daban, pero ahora es pura plata. Nosotros vivimos de esto y ganamos 50 lucas y ellos ganan, no sé, 20 millones y están reclamando”, dispara y fustiga a los dirigentes: “Colo Colo, en este minuto, es una empresa y los dirigentes deberían tener su resguardo con toda la plata que ha entrado, ¿no?”.
González espera que el fútbol vuelva, pero que además lo haga con gente, aunque es pesimista. “Si no hay público tampoco nos favorece. Se ve bien complejo todo, pasarán varios meses para que se normalice todo, incluyendo los eventos”, dice quien comanda un grupo de gente que espera que la actividad se reactive pronto.
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