Para los que nos dedicamos al periodismo deportivo, creo hablar por la mayoría, mucho no nos gusta escribir o comentar sobre temas que no están relacionados directamente con la cancha. Sin embargo, cuando el club más grande de tu país, Colo Colo, se manda un papelón tras otro, y desde hace un buen rato, resulta imposible hacerse el tonto.
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En los últimos días, algunos me recordaron una columna que publiqué en diciembre del año pasado, donde destacaba el trabajo de Marcelo Espina en el mercado de pases. Claro, con el diario del lunes cualquiera tiene razón, aunque sigo sosteniendo que el “Cabezón” ha hecho bien su principal tarea, la de fichar refuerzos, trayendo a varios que en el papel pintaban para romperla, como Lucas Barrios, Leonardo Valencia y Nicolás Blandi, y al entrenador que todos querían en su momento, Mario Salas.
Extiendo este análisis a Harold Mayne-Nicholls, quien desde que llegó ha debido lidiar con un camarín que hacía y deshacía a su antojo gracias a Mosa. Es un vestuario empoderado al extremo, que arma un escándalo cada vez que algo no le gusta, más allá de que en el caso de Matías Zaldivia tenía razón.
Este gallito interno, repito, desencadenado por la nefasta gestión de “Don Aníbal”, quien pensaba que los jugadores eran sus amigos y este año se ha dado cuenta de que no es así cuando les tocan la billetera, está llevando al “Cacique” al precipicio. Gustavo Quinteros, otro técnico calado, puede tener todas las buenas intenciones del mundo, pero si no todos reman para el mismo lado, ni Guardiola te saca esto adelante.
Que los futbolistas se dediquen a jugar de una vez por todas, porque desde hace tiempo vienen haciendo más noticia por sus posteos en Instagram que por sus buenas actuaciones en la cancha. El “Fantasma de la B” ya se ha llevado a varios grandes del continente, no veo por qué no podría pasar lo mismo con Colo Colo.