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Queda poco tiempo para las primarias del 30 de junio y quienes sean elegidos como candidatos a la presidencia de nuestro querido Chile dependerá únicamente de si somos capaces de movernos de nuestras cómodas posiciones o simplemente emprender ese anhelado viaje en transantiasco.
Existen alrededor de 4 millones de personas que piensan que su voto no influirá en nada, sin embargo muchos de ellos se quejan de que las cosas en Chile no funcionan porque las leyes, la economía, la educación, la salud y la ética no es lo apropiada para llegar a un Chile tercer mundista, mientras que el resto de esos 4 millones simplemente actúan bajo la inercia de que si no se inscribieron mientras el voto fue voluntario ahora qué más da, prefieren evitar las horas que toma el ir a votar o simplemente pensar que las cosas seguirán igual y un voto no hace la diferencia, pero ¡vaya! uno más uno sí que suma.
Como jóvenes nos creemos maduros, enfocados en nuestro futuro, en la acción que implica ser parte de la sociedad, y pues bien… ¡Lo somos!, entonces no entiendo por qué muchos aún no se dan cuenta que es nuestro grupo etario el que puede hacer un cambio en las elecciones que vienen en noviembre.
Muchos se quejan del sistema binominal que ha llevado Chile durante su historia, sin embargo, no hacen nada para combatirlo, y no es que esto se trate de una guerra bivalente de partidos políticos (solo un poco), si no que los de derecha e izquierda ciertamente saben cómo manejar las elecciones, saben que son nuestros abuelos sus fieles seguidores a la hora de marcar ese papelito con varios nombres y es por eso que siempre ante primarias y elecciones les ofrecen el cielo y la tierra que ciertamente ninguno de ellos posee.
Hace tiempo escucho en la micro, en el metro, en la pega o de mis amigos de facebook, que no quieren que salga electo alguien de derecha o de izquierda, pero ¿Cuántos de ellos irá a votar? A decir verdad no creo que ni la mitad lo haga.
Necesitamos un fuerte remezón para que nuestras jóvenes neuronas hagan sinapsis y se encienda la brillante lucecita que nos diga que somos nosotros el cambio que tanto se espera, sin nuestra euforia democrática y la viveza de nuestros pasos frescos la política seguirá en el vaivén de un juego para dos y quien reclame su derecho deberá aprender a callar, pues sin voto ciertamente no hay derecho a objeción.
Este año, a diferencia de otros años de elecciones, los candidatos independientes presentan más fuerza en su discurso, más credibilidad en las propuestas y las personas empiezan a creer que ellos son lo que un Chile con visión necesita. Hace tiempo que Claude, MEO y Parisi hacen ruido en la contingencia nacional, de a poco se fueron haciendo espacio dentro de los rostros a candidatos y a quienes aún no los conozcan, apaguen la tele y enciendan la radio.
El llamado es fuerte y claro, basta de dejarse estar y empiecen a pensar que un país lo construimos todos, que cada uno es importante y que nuestro voto en las primarias de junio y las elecciones de noviembre son fundamentales para dar el vuelco a esta máquina a la que ya se le está acabando la energía.
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