Un manto de misterio ha surgido en torno a la aparición de una copia de la “Mona Lisa” en el Museo del Prado.
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De acuerdo a los estudios hasta ahora realizados, la pintura fue realizada en el taller de Leonardo Da Vinci, aunque sin utilizar la técnica del “sfumato“, y de manera simultánea a la que realizó el genio italiano.
Sin embargo, la gran diferencia de esta obra paralela con la original, es que en este caso el retrato tiene cejas.
El director del Museo del Prado, Miguel Zugaza, el director adjunto de Conservación, Gabriele Finaldi, y el Jefe del Departamento de Pintura Italiana, Miguel Falomir, han explicado algunos de los detalles de la investigación de los últimos dos años en torno a este cuadro.
Las investigaciones revelan que se trata de una copia más importante de lo que se pensaba, que nos “invita a mirar con ojos distintos” la obra del genio italiano, ya que se realizó de forma paralela al original, previsiblemente por alguno de los dos alumnos más cercanos a Leonardo (Andrea Salai, sobre quien se especula que fue el amante de Da Vinci, ó Francesco Melzi), aunque se descarta la intervención directa del humanista italiano.
Con unas dimensiones muy parecidas a la de Leonardo Da Vinci (76x57cm la de El Prado, 77x53cm la original), antes de esta restauración se creía que había sido pintada sobre roble, lo que la descartaba como copia realizada en Italia. Una vez que se determinó que la tabla es de nogal, como la auténtica Mona Lisa, las primeras radiografías desvelaron las pistas de lo que podía haber bajo el fondo negro.
Los restauradores han descubierto que dicho fondo negro había sido añadido más de dos siglos después, y al estar la copia en mejor estado de conservación, arroja luz sobre el enigmático cuadro de Lisa Gherardini y su icónica sonrisa.
Está previsto que el próximo día 21 la obra se presente, ya restaurada del todo, en el Museo del Prado y, que, posteriormente, viaje a París, donde se exhibirá en el Louvre. Después de 500 años, ambas obras volverán a reencontrarse.