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A dos años de las protestas de Kiev, Ucrania reclama por promesas incumplidas

La toma de la Plaza de la Libertad de Kiev, Maidán, terminó con la salida de Viktor Yanukóvich. Su sucesor, Petró Poroshenko, no ha cumplido sus promesas de campaña. Las protestas terminaron con más de cien personas asesinadas por la policía paramilitar.

Entre el orgullo por lo hecho por el movimiento llamado Euromaidán, que se tomó la plaza central de Kiev y terminó por sacar a Viktor Yanukóvich de la presidencia, y la frustración por el estancamiento en el proceso de europeización de Ucrania y el término de la guerra civil, los ucranianos conmemoraron el fin de semana pasado el segundo aniversario de los hechos. Fue en noviembre de 2013 cuando el multimillonario ex presidente ucraniano Yanukóvich, mientras anunciaba públicamente acuerdos de acercamientos con la Unión Europea, negociaba secretamente tratados comerciales con Vladimir Putin, presidente de Rusia. Cuando se destapó la realidad, los ucranianos de Kiev, capital de Ucrania, salieron a protestar por su disconformidad con estos acuerdos; pedían por un país moderno, lo que para ellos llegaría con un acercamiento con Occidente. Organizaron acampadas en Maidán, formando el movimiento civil llamado Euromaidán. Ante la indiferencia del presidente, fueron haciendo manifestaciones pacíficas y marchando hacia los edificios institucionales para presionar por el acercamiento a la UE. Pero el 18 de febrero de 2014, las fuerzas especiales ucranianas llamadas “berkut” reprimieron a los manifestantes y, usando la fuerza bruta, empezaron la escalada de violencia que el 22 de febrero, cuando Yanukóvich huyó hacia Rusia, había terminado con la vida de más de 120 personas.

Después de eso, Rusia se anexó Crimea, región del mar Negro al sur del país, y apoyó a las regiones de Lugansk y Donestk, de mayoría prorrusa, para que declararan su independencia, organizando e interviniendo en sendos referendos. Esto llevó a que los países de Occidente, en una tibia reacción, se declararan en contra de lo que llamaron “intervencionismo ruso”, que provocó una guerra civil que se ha cobrado más de 9000 víctimas fatales.

El presidente Petró Poroshenko, empresario elegido con un 54,7% de los votos y que asumió en junio de 2014, había prometido acercarse a la Unión Europea y terminar con la guerra en tres meses, pero ha pasado más de un año y medio y, además de no dar solución a ninguno de los problemas que aquejan hoy a Ucrania, ha visto incrementar su fortuna mientras los ucranianos viven sumidos en una crisis económica como consecuencia de la guerra. Los ucranianos se indignan, además, por la ineficiencia de la justicia, que no ha aplicado sanciones severas a los culpables de las muertes de febrero de 2014, y por las disputas que mantiene Poroshenko con el primer ministro Arseniy Yatsenyuk. La ex primer ministra Yulia Timoshenko, presa política durante el gobierno de Yanukóvich y actual líder del partido “Patria”, anunció la semana pasada su separación del gobierno.

“El gobierno de Poroshenko a estado marcado por el conflicto en el este del país, una guerra enquistada y una economía devastada”, dice Leticia Álvarez, periodista que cubre en terreno la situación ucraniana para diversos medios de Europa. Y mientras según la Casa Blanca el presidente estadounidense Barack Obama le insistió a Putin sobre la importancia de que las fuerzas separatistas prorrusas respeten los acuerdos de paz, para la periodista “ninguno de los acuerdos de Minsk se cumple en el terreno”.

Una solución al conflicto
Poroshenko ha acusado en diversas ocasiones a Putin de invadir el este de Ucrania, pero no ha podido hacer nada más allá de eso. A pesar de contar con los apoyos tanto de Estados Unidos como de la Unión Europea, no ha habido un espaldarazo definitivo debido, según algunos analistas, a las relaciones económicas entre ellos y Rusia. La inferioridad de las fuerzas armadas ucranianas en comparación a las rusas, que apoyan logística y militarmente a los separatistas, ha provocado que el conflicto se haya enquistado. Los acuerdos de Minsk tampoco han podido contribuir a una solución que dé estabilidad a la región.

“Kiev podría integrar y dar autonomía al Donbass, asumir su derrota y empezar a reconstruir el país”, dice Leticia Álvarez. Esto, claro, implica para los ucranianos un acto sumisión frente a los rusos que quizás no estén dispuestos a hacer; durante el siglo XX, Ucrania fue el “granero” de la Unión Soviética, que provocó más de un millón de muertes y que la economía, una vez conseguida la independencia en 1990, estuviera por el piso. “Se tendrían que dejar atrás muchos odios que se han creado, y asumir que la muerte de sus militares no sirvió para nada. Además, dar voz a la parte prorrusa y hacer malabarismos entre Rusia y Europa”, dice Álvarez. Y agrega: “Este escenario es poco probable y a la vez imposible dado el tablero geopolítico en estos momentos”.

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