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El drama venezolano por la compra de alimentos

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En su desesperación por conseguir alimentos y medicinas, los venezolanos son capaces de cualquier cosa. Los últimos dos fines de semana, miles cruzaron la frontera con Colombia para conseguir allí los productos que escasean en su país. El domingo 10 de julio pasaron más de 30 000 personas y, el 17 de julio, se movilizaron más de 150 000.

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La diferencia de precios y la abundancia de productos sin necesidad de hacer cola es lo más atractivo del mercado colombiano.

Pero Colombia no es el único destino elegido. Desde el sur de Venezuela,en el estado Bolívar en la ciudad fronteriza de Santa Elena, miles cruzan a diario a Brasil. La creciente presencia de venezolanos en la frontera con la nación más grande del continente fue reseñada por el periódico Folha de San Pablo.

El diario -en su versión digital- ha documentado no solo la avalancha de venezolanos buscando comida en la localidad brasileña de Pacaraima, a 15 kilómetros de Santa Elena de Uairén, sino también casos de detenciones por delitos, así como de deportaciones por estar ilegales en tierras brasileñas.

«Comercios que estaban cerrados durante años volvieron a abrir en vista de la gran demanda de los venezolanos. Arroz, harina de trigo, pasta de dientes, jabón en barra y todo tipo de remedios son los más buscados. Neumáticos, que durante muchos años fueron comprados por brasileños en Santa Elena, ahora se venden en las aceras de Pacaraima para los venezolanos que vienen de todas las regiones del país».

«Doce horas de ida, más doce horas de regreso en un autobús, no significa nada en comparación con la satisfacción de poder comprar en grandes cantidades, y elegir entre marcas y precios los productos de primera necesidad», comenta Juliana Fuentes, una venezolana que viajó junto a su pareja y su cuñado, hasta Brasil para adquirir alimentos.

La mayoría de los venezolanos que cruzan a Brasil lo hacen en vehículos pero muchos pasan a pie también. Llevan mochilas y grandes bolsos para poder trasladar todo lo que compran en el país limítrofe. «Es un lujo estar aquí porque no todo el mundo puede», destaca por su parte Ingrid López, una mujer de 53 años que viajó alrededor de 1 000 kilómetros para poder llevar comida a su casa. El artículo de Folha destaca que muchos juntan plata durante meses para poder encarar el viaje a Brasil y abastecerse lo suficiente para sobrevivir semanas.

 

 

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