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A la luz de numerosos casos de robos violentos con alta repercusión mediática, en los últimas semanas, la inseguridad volvió a estar al tope de la preocupación de los argentinos, pasando de 20% al 34,5% en el último mes, tras estar muchos meses desplazado por la inflación y la desocupación, según la consultora Management& Fit.
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Recientemente se acordó reforzar el contingente de fuerzas de seguridad que trabaja en la provincia de Buenos Aires -una de las más castigadas por el aumento del crimen en los últimos años- con el desplazamiento, a partir de ayer, de varios miles de agentes del cuerpo de Gendarmería.
Unos 1.200 efectivos de Gendarmería, Prefectura y Policía Federal se desplegarán por cuatro de los municipios más ardientes del Gran Buenos Aires y la idea es que abarque a treinta y tres distritos bonaerense para combatir el delito y hacer trabajos de inteligencia que puedan frenar el avance del narcotráfico.
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Si bien la ministra de Seguridad de la Nación, Patricia Bullrich, había adelantado que serían alrededor de 6500, la cifra total podría llegar a superar los 7500: los gendarmes, policías federales y prefectos se sumarán al trabajo de seguridad en las calles en 31 distritos.
El despliegue de gendarmes, prefectos y “federales” al territorio bonaerense fue acordado por el presidente Mauricio Macri con María Eugenia Vidal. Es la respuesta oficial a los cuantiosos pedidos de los vecinos, que ven cómo la inseguridad ha tomado dichos lugares.
Según consigna el diario La Nación, los gendarmes tienen prohibido el uso del celular, sólo para avisar al área de inteligencia si algún vecino les aporta un dato sobre algún delito, o para mirar el GPS. También les está terminantemente prohibido sentarse en el horario de trabajo, las 12 horas que deben caminar por la ciudad que les haya tocado.
«Al gendarme le tienen más respeto que al policía. Hoy habré visto unos ocho caminar por acá. Eso nos da más seguridad con el negocio», contó Gabriel Paqn, empleado de un comercio del centro de Quilmes, al diario argentino.
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