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La aventura africana de Fidel: un “safari” que calentó la Guerra Fría

En la década de 1970, el régimen cubano envió masiva ayuda militar y desplegó tropas en distintos escenarios de conflicto en ese continente.

«Exportar la revolución» no era una mera frase de propaganda para Fidel Castro: durante las cinco décadas en las que rigió los destinos de su país ordenó masivos despliegues militares fuera de sus fronteras, principalmente en África.

Una de las más sonadas acciones de este tipo fue la «operación Carlota»: la intervención en Angola, comenzada en noviembre de 1975. El gobierno izquierdista de ese país, recién independizado de Portugal, pidió ayuda a su similar cubano mientras enfrentaba con dificultad las incursiones organizadas desde Sudáfrica, sometida entonces al régimen del «apartheid» que oprimía a la población de raza negra.

Prácticamente bajo las narices de Estados Unidos y ante la consternación del gobierno encabezado por Gerald Ford en Washington, Cuba se las arregló para enviar miles de soldados y equipo militar a través del Atlántico: luego de un primer contingente de las Tropas Especiales transportado en bimotores Bristol Britannia con marcas civiles, pronto comenzaron a concentrarse en territorio angoleño tanques, lanzacohetes y cazabombarderos MiG-21 y MiG-23, los que se unieron a la defensa angoleña en su frontera sur.

Las tropas cubanas se distinguieron en los combates y los MiG consiguieron decisivas victorias aéreas contra los Mirage sudafricanos.

El apoyo cubano a Angola se mantuvo durante años, en medio del conflicto en el que Sudáfrica apoyó a la guerrilla derechista de la Unita. Uno de los episodios decisivos fue la batalla de Cuito Canavale, en 1988, donde angoleños y cubanos consiguieron poner un alto a la intervención de Sudáfrica.

En 13 años de intervención, más de 350 mil cubanos pasaron por Angola y unos 2 mil murieron allí. Los restos de quienes fallecieron en el conflicto fueron repatriados a la isla en 1989. Los episodios vividos durante ese conflicto marcaron a generaciones de reservistas cubanos, tal como ocurrió con los estadounidenses en Vietnam o los rusos en Afganistán.

«Los amigos que uno crea en la vida son para toda la vida, y si no, que lo digan los que prácticamente me tuvieron que cargar durante tres o cuatro días por la selva en Malange, cuando estaba débil por la hepatitis, hasta que llegó el helicóptero», recordaba un veterano en un blog dedicado al tema.

Etiopía y un conocido veterano chileno

El otro escenario en el que se registró masiva presencia de fuerzas cubanas fue Etiopía, que entonces se encontraba bajo la dictadura militar izquierdista de Mengistu Haile Mariam, responsable del derrocamiento de la antigua monarquía encabezada por el Negus Haile Selassie.

El régimen etíope solicitó ayuda a Castro para enfrentar la invasión emprendida por Mohamed Siad Barre, dictador de Somalia que protagonizó un súbito viraje a Occidente después de ser apoyado por la Unión Soviética. Su blanco era el triángulo de Ogadén, un desértico pero estratégico trozo de tierra enclavado en la zona del «Cuerno de África», al este del continente.

También en este caso, la intervención realizada entre 1977 y 1979 fue decisiva para la victoria de sus aliados. Los tanques cubanos consiguieron hacer retroceder a los somalíes.

Entre las unidades enviadas por Cuba se encontraban chilenos. Uno de ellos fue el ahora empresario Max Marambio, quien se encuadraba en las Tropas Especiales y también se había integrado a la campaña angoleña. «El Guatón», como era conocido en sus tiempos «verde olivo», se enemistó más tarde con el régimen cubano y sólo ha aludido tangencialmente en Chile a su participación en estos episodios de la aventura africana de Fidel.

Marambio fue cercano al general y héroe de guerra Arnaldo Ochoa y al coronel Antonio de la Guardia: ambos veteranos cubanos de los conflictos en África terminaron en el paredón luego de un escándalo de drogas cuyas alternativas son todavía hoy uno de los secretos más oscuros y mejor guardados de la isla.

La herencia del VIH

Otra de las posibles herencias de la intervención, según distintos expertos, sería la difusión en la isla del Sida, endémico en África y que comenzó a extenderse durante la década de 1980. Ya en esa misma época se habían registrado casos de soldados cubanos atacados por la mortal enfermedad, los que fueron sistemáticamente negados por el régimen y atribuidos a otras causas. Sólo en 1995 el gobierno comunista reconoció el primer caso de un militar contagiado con VIH, el soldado Reinaldo Morales.

Hubo en su tiempo teorías que señalaron el rol que pudo cumplir el masivo éxodo de cubanos desde Mariel, cuando unas 125 mil personas dejaron la isla rumbo a Estados Unidos: según investigadores, entre ellos pudieron contarse portadores que facilitaron el «salto» del virus al continente. No obstante, la tesis más aceptada apunta a la transmisión de la enfermedad a Norteamérica vía Haití, a mediados de la década de 1970, de acuerdo a estudios genéticos elaborados por expertos de la Universidad de Arizona en 2007.

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