Barrio Suecia: de "carretes" y violencia a terrazas estilo europeo

La bohemia no se va a acabar: se va a acotar a restoranes y bares. Nuevos locales convivirán con edificios de oficinas hoy en proyecto

SANTIAGO, julio 20.- A la gente que le tiene cariño al barrio le gusta hablar de lo que pasó con Suecia. Recuerdan con nostalgia sus años dorados de hace un cuarto de siglo, cuando era habitual ver a Raquel Argandoña, Mary Rose McGill o César Antonio Santis tomándose algo, comprando en alguna de las tiendas de moda o simplemente caminando.

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Hoy el barrio de Providencia luce lúgubre, semiabando­­nado y con menos de diez lo­cales de los casi 60 que ha­bía hace apenas tres años en el paseo General Holley y las calles Bucarest y Suecia (des­de Andrés Bello a la gran avenida de la comuna).

Pero en lo que no se ve está el fu­turo. El municipio tiene seis proyectos inmobiliarios en estudio para el sector, tres de ellos preaprobados el úl­ti­mo par de meses: se trata de edificios de entre 12 y 16 pisos para oficinas y algunos negocios, que se espera sean la “prolongación natural” de un barrio vecino: El Golf.

Con la reactivación económica y las facilidades dadas por la alcaldía a la llegada de este tipo de inversiones, en la municipalidad se es­ti­ma que la nueva cara del ba­rrio Suecia se alzará altiva para el 2012.

Pero la bohemia no se va a acabar; es parte del plan trazado por el municipio. Lo que se cortó de raíz y no se permitirá más son los locales tipo discotecas y cabaret, pero sí se fomentará la conformación de un boulevard nocturno abierto, con terrazas y mesas en el exterior. Más “europeo” como nos lo define el alcalde de la comuna Cristián Labbé.

“La gente ya va con una ac­ti­tud distinta. No va el tipo que tiene antecedentes y hay más control sobre la ingesta excesiva de alcohol”, detalla el edil y agrega que “alguno puede pensar que se ahuyenta la clientela (con los 160 efectivos de la brigada policial) pero hay un punto de equilibrio que lo estamos vien­do con los locatarios. No queremos que se produzca el efecto contrario, que es que la gente no se atreva a ir porque hay demasiados controles”.

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