Sr. Director:
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Con respecto a la columna publicada tiempo atrás acerca de los diferentes modelos de gobierno universitario de Ignacio Sánchez; es cierto que el cogobierno o la triestamentalidad en el manejo de las universidades podría producir una pérdida en la coherencia en cuanto a la misión y visión que posee la institución, por el simple hecho que si existen varios organismos dedicados a un mismo asunto podría disminuir notoriamente su progreso lineal. No obstante, es poco probable que una democratización de los consejos directivos de dichas instituciones provoque conflictos en lugar de decisiones enriquecidas por diferentes posturas en constante diálogo, con un manejo mejor de las variables involucradas. La democracia es la base para el surgimiento de una comunicación exitosa que promueva el desarrollo y calidad de una institución educacional.
La gestión es una de las tareas más importantes en una organización que desea asegurar su competencia y desarrollo, puesto que lleva a una utilización eficiente de los recursos disponibles. (Velasco, 2007) Según Sánchez, se debe respetar el modelo de gobierno de cada institución para mantener la fidelidad hacia los valores y objetivos de cada entidad, manteniendo el elemento ordenador que es la transmisión de conocimiento. La gestión universitaria en Chile aún está lejos de alcanzar un nivel de madurez productor de desarrollo constante y progreso lineal.
La función principal de una universidad es el formar profesionales confiables y competentes que sean capaces de aportar y generar progreso tanto en sus propias vidas como a nivel nacional, sin dejar de lado que a esto se le agregan funciones como la de generar conocimiento nuevo e innovación. Dejar a cargo de un grupo de expertos suele ser una opción razonable en el gobierno universitario, sin embargo, las decisiones y asuntos competen a su vez a los estudiantes. Es por esto que un espacio para expresar opiniones e influir en las decisiones es algo necesario dentro de la institución. Hablar de cogobierno muchas veces puede sonar conflictivo, pues sugiere que los estudiantes toman un rol del mismo nivel que académicos y directivos; y esto no es así. A lo que aspiran los estudiantes con el término cogobierno es más bien a una responsabilidad compartida con respecto a las decisiones que también los incumben.
El poder es aquel que logra un objetivo venciendo resistencia o de lograr resultados deseados donde existe incertidumbre sobre una opción. (Bardisa, 1997) Y los estudiantes han probado tener cierto grado de poder sobre los asuntos que suceden a su alrededor. Los medios a los que han tenido que recurrir para ser escuchados son muchas veces molestos tanto para ellos como para la dirección de la universidad. Todos acordamos que el ideal es que no existan paros ni manifestaciones, pues interrumpen el curso normal de las actividades que apuntan a los fines propios de la universidad. Por otro lado, estos hechos acontecen, porque en la universidad no se encuentran las instancias para ser escuchados. Esto se vería solucionado con la inclusión de estudiantes en consejos directivos que guíen el curso de la institución, sin por eso influenciar negativamente a la institución ni haciendo perder por esto la autoridad a académicos o directivos.
La inclusión de los estudiantes en la toma de decisiones debe estar normada de modo que las autoridades sean respetadas. La democratización de una institución no apunta en alterar el curso de las decisiones ni su identidad, sino enriquecerlas con otros puntos de vista desde los involucrados. No hay forma en que una discusión de diferentes puntos de vista, en un ambiente regulado y organizado pueda generar deterioro en la calidad de una institución. Los estudiantes son los primeros receptores de dicha calidad y pueden dar cuenta de la efectividad de los cambios desde un punto de vista particular que a veces falta en la toma de decisiones. Además de producir instancias de diálogo constructivo que podrá reemplazar las medidas de presión que últimamente se ven obligados a tomar los estudiantes frente a la falta de recepción de sus inquietudes.
Constanza Luco G.
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Alumna de Psicología
Universidad de los Andes