Monseñor Cristián Contreras: “La iglesia no se transforma, se renueva”

A un día de dejar su cargo en la capital -mañana asumirá como obispo de la vecina diócesis de Melipilla- el obispo auxiliar de Santiago conversó con Publimetro sobre los temas más candentes de la actualidad. 

¿Qué opina de las reformas que está llevando a cabo el Gobierno? -Hay de todo. Ciertamente se requiere avanzar en la superación de la inequidad, que es producto de un sistema cultural y económico que impide una auténtica justicia social que la Iglesia promueve. No entro en los temas técnicos, como sería la reforma tributaria, donde hay especialistas versados y doctos en economía, así como empresarios pequeños y medianos que tienen opiniones muy disímiles. Unos desde la teoría; otros desde la práctica del día a día. Lamento que cosas tan serias sean tratadas con una celeridad autoimpuesta de hacer cosas en cien días de gobierno. Las paltas maduran mejor en su árbol y no envueltas en papel de diario.   ¿Piensa que la reforma educacional atenta contra la libertad? -Me parece positivo que se busque elevar la calidad de la educación. Sin embargo, una reforma debe considerar la variedad de proyectos educativos para resguardar el derecho de las familias de dar a sus hijos la educación que ellos elijan. Esto exige un clima de confianza recíproca entre las partes, entre el gobierno y las instituciones.   ¿Ve en la derecha o la centro derecha un aliado natural en esta batalla? -La Iglesia debe tener una independencia total de cualquier signo ideológico. Si ayer algunos aplaudieron por la defensa de los derechos humanos, hoy, en cambio, pifian porque estamos a favor de la vida desde su concepción hasta la muerte natural. Yo quisiera cristianos de centro, de derecha y de izquierda, donde lo cristiano no sea un adjetivo, sino un sustantivo, es decir, un nombre que marque sus opciones fundamentales. Considero que no hay peor cosa que ideologías y partidos políticos se apropien del nombre “cristiano”. Confunde mucho.   ¿Cuál será su nueva misión en la Iglesia? -Ser obispo de Melipilla. Animar a esa maravillosa comunidad eclesial. Hermosa diócesis: por la costa, desde El Tabo a Navidad, en la Sexta Región; obispo de Curacaví, con sus dulces chilenos; obispo de Pomaire y sus empanadas de kilo, según me han dicho; de Lo Abarca y sus  lechugas costinas; de San Antonio y localidades de la Costa Central con sus peces y frutos del mar; de Peñaflor, Talagante, Malloco, Padre Hurtado, El Monte, Isla de Maipo, María Pinto, Bollenar, por citar solamente algunas localidades y comunas maravillosas y gente todavía más maravillosa. Quiero ser pastor y amigo de ellos, anunciando a Jesucristo.   ¿Cree que el Papa pasará a la historia por transformar a la Iglesia? -La Iglesia no se transforma, se renueva; no se reforma, se purifica. El Papa Francisco con su carisma y su experiencia pastoral en el Gran Buenos Aires, nos está indicando caminos de renovación y purificación. Son los gestos, la cercanía a la gente, el amor a Jesucristo y a la  Virgen, que nos demuestra el papa Francisco, lo que hace que la Iglesia se haga más cercana y creíble. Su pontificado está siendo una bendición para los creyentes y personas de buena voluntad. ¿Está de acuerdo con que los sacerdotes se casen?  -No. Lo que quiero es que seamos fieles a las promesas pronunciadas solemnemente el día de la ordenación ante el obispo, nuestros familiares y feligreses. Lo hicimos libremente, con ninguna pistola amenazándonos en nuestra cabeza.    ¿No sería una posibilidad de evitar abusos sexuales? -Al respecto quiero solamente recordar lo dicho por el papa Juan Pablo II: “No hay lugar en el sacerdocio para quienes abusan de niños y jóvenes”.   ¿Alguna palabra final para nuestros lectores? -Ante todo una palabra de animación a quienes acuden tempranamente a sus trabajos, a quienes con esperanza viajan para encontrar un trabajo y son acompañados por Publimetro. En otro nivel, me preocupa que en nuestra patria se esté erigiendo como un ídolo el noble ejercicio de debatir, sobre todo en lo que se refiere a la vida. Personalmente, jamás me sentaré en torno a una mesa para debatir qué vida debe nacer y cuál debe ser sacrificada en el vientre de la madre.

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