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G-44: la pequeña escuela de Belén que se está quedando sin alumnos

A metros del lugar donde la comunidad celebraba el arribo de la telefonía celular, un pequeño grupo volvía a sus deberes educacionales con una particularidad: podrían ser los últimos. Publimetro conoció su historia.

  1. Publimetro en Belén: los turistas que sumaron colorido a la fiesta

Este lunes el subsecretario de Telecomunicaciones, Pedro Huichalaf, junto al gerente de Regulación y Asuntos Corporativos de Entel, Manuel Araya, encabezaron la ceremonia que dio inicio –de manera oficial- a la conectividad de voz y datos en la localidad de Belén, ubicada a 3.500 metros sobre el nivel del mar y separada de Arica por 150 kilómetros, mezclando discursos oficiales con las tradiciones andinas.

Uno de los números artísticos de la jornada lo protagonizaron cinco niños, quienes con trajes típicos deleitaron a vecinos y autoridades. Tras los aplausos, desaparecieron por las calles con adoquines hasta una muralla multicolor, puerta de entrada a la escuela básica G-44, recinto que entrega hasta sexto básico y donde ellos son los únicos alumnos.

En uno de los pasillos, Mario Gutierrez Cañima, profesor durante 14 años en este establecimiento, los llama a almorzar mientras relata a Publimetro como se hace educar a tan pocos alumnos, pero con necesidades que se pueden igualar a cinco cursos completos.

“Los niños son de distintos niveles. Trabajamos todos en la misma sala, pero con contenidos diferentes. Eso significa preparar contenido para cada nivel (…) Me gusta trabajar acá porque con los niños se pueden lograr cosas, respetan al profesor todavía, no es como en otra sociedad donde insultan y hacen lo que quieren”.

El educador, además, reconoce que “aparte, uno lleva tantos años que pasa a ser parte (de la comunidad) y uno siente, valora su cultura y uno pasa a ser uno más y la gente lo ve. Cuando hacemos un acto invitamos a la comunidad y cuando hacen algo nosotros estamos con los niños allá. Hay una relación rica, fluida”.

El futuro

Mario Gutiérrez, que en total suma 32 años trabajando para la comuna de Putre –de donde depende Belén-, explica que la baja matrícula radica en que la gente emigra por la falta de trabajo estable. Esto, sumado a que la escuela solo entrega contenidos hasta sexto básico, hace que los pocos estudiantes daban salir de la zona para seguir su educación.

“Luego, tienen (los alumnos) dos opciones: un internado en Putre o ir hasta Arica. La gente elige Arica porque de aquí a Putre la comunicación no es fluida en relación a lo vehicular. Eligen porque todo es más fácil y como tienen familiares allá los dejan encargados”.

El docente, que comenzó su carrera profesional en la localidad de Monte Patria, en la Cuarta Región, a pesar del desolado panorama asegura que existen niños para perpetuar el legado de esta escuela, que según los vecinos lleva cerca de 70 años de vida, aunque no siempre en la misma ubicación física.

Así es el día a día

El único profesor en Belén reconoce que lo principal es crear actividades que motiven a los jóvenes alumnos, para lo cual “muchas veces las clases no las hacemos en las cuatro paredes, tenemos salidas pedagógicas. Además, hay un proyecto en el cual sacamos a los niños cada cierto tiempo y los llevamos a otras localidades para que compartan con otros (niños), también a la ciudad de Arica. Lo otro es a través de Internet”.

Para Mario Gutiérrez, además, la principal motivación que tiene para privilegiar ejercer la docencia en esta zona aislada del país es “entregar todos los conocimientos que uno tiene a estos niños. Más que nada es un compromiso con la comunidad porque mis rasgos también son andinos, no soy de Belén, soy de una localidad más abajo. El compromiso es querer que ellos (los niños) sean mejores”.

“Hoy se me acercó una apoderada que me dijo que sus hijos se recibieron, me dio las gracias y eso es motivante, porque a los profesores de Arica muchas veces no se los dan. Otra alumna me dio una tarjeta invitándome a su titulación y eso es motivante porque aportó con algo a esos niños. Ese es mi compromiso”, cerró.

Tras terminar de almorzar, los niños fueron rápidamente a sus computadores mientras que la única funcionaria de la cocina, que además vive en Belén y estudio en la escuela en su juventud, dejaba rápidamente los utensilios listos para el próximo uso. A metros de ese lugar, la comunidad –que no supera las 50 personas- seguía disfrutando de la comida típica e historias de vida de un pueblo donde la tradición ahora se mezcla con la modernidad.

PUB/SVM

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