Opinión

Columna de Copano: "Las palabras"

Hace unos días leyendo un diario capitalino me encontré con la noticia de que Justin Bieber es el adolescente millonario nº1 en el mundo. No me sorprende el dato comprendiendo de que realmente es popular entre las chicas que logran convencer a su familia de pagar varios sueldos mínimos por ver su show. Al fin y al cabo lo rodean genios.

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Fuera de eso aparecía destacado en el artículo que el padre de la estrella “había sido criticado por lucrar con su hijo”. Y quedé pegado: la palabra lucro en un Chile de limitado léxico se había internado de tal forma que en nimiedades como esa aparecía destacado.

Todos lucramos con nuestro talento. Y como todo en la vida, todo exceso sin consideración es malo. Eso ha sucedido con la polémica de las universidades: la cantidad de plata que ganan y con la que condenan al alumnado a una vida de mierda con una deuda inicial grosera, espanta.

Pero ahí está la palabrita. Y tantas otras que nos encanta usar en el diálogo diario y que a veces entre que mal entendemos y abusamos para poder referirnos a los otros y escudarnos de la posibilidad de debatir.

Ahí esta “resentido”. ¿Resentidos de qué? ¿Resentido de la muerte de seres queridos a manos de una dictadura cuya única defensa es siempre lo económico? ¿resentidos de haber pertenecido a una generación arruinada sicológicamente por un grupo de siniestros jugadores del miedo? Es el clásico argumento que muchos sacan cuando se habla de los daños y la desigualdad provocada por la poca regulación en un país chico. Y se aprovechan de eso, porque lo relacionan con éxito. Algo bien relativo desde el cristal con que se mire. Entonces, al final, es el pie encima al debate.

Cuando sucede que comienza a repetirse el “resentido” comienzan a sumar “polarización”. ¿Polarización dónde? Si todos sabemos que la educación es pésima, que la supervisión es nula y que hay según la CEP un 80% de acuerdo para ponerle fin al lucro en la educación. Para cerrar apelan a la “unidad”. Bueno, está fácil utilizar todos los medios para poder instalar esa palabra envueltos en una bandera sin hacer cambios y no dar pie atrás transformando todo esto en un gran comercial, en una resaca donde te dijeron “¡vamos a una pausa y ya volvemos!”

Del otro lado tampoco las cosas andan muy pulcras que digamos: todos son fachos. Y ojo que hay harto “facho de izquierda” dando vueltas que quiere imponer todo a cualquier extremo. Si al fin y al cabo entre la UDI y el PC hay harto punto en común en sus maneras de militar: nunca hay juicio a una autoridad mayor, lo que impide el debate. Son unidireccionales.

Pienso en todas estas cosas cuando leo Twitter, que es un núcleo pequeño pero interesante por la cantidad de cosas que uno puede leer y percibir de la gente. A veces hay que pensar varias veces antes de usar un término o escribir un llamado a parar algo a toda costa. Creo que no creceremos como país hasta que realmente “ponerse en el lugar del otro” no sea un eslogan de buena onda exprés. Cuando dejemos de tratarnos de “rascas” entre hermanos por que no nos gusta lo que el otro hace. Cuando estemos más preocupados del otro como ser humano, más que “como piensa el otro” que nos limita en Chile a niveles esquizoides.

Ojalá sepamos usar las palabras para dialogar en vez de cerrar puertas y hacer estupideces como Mañalich descalificando a niños en huelga de hambre y desafiando sin pensar a otros a continuar en su senda suicida o Lobos pensando lo que nadie en su cabal juicio piensa. Ha llegado el momento de escuchar y respetar a los que han pateado tanto tiempo.

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