Opinión

Columna de Bernardita Ruffinelli: "Si los hombres se embarazaran, el aborto sería legal"

Que el aborto sea ilegal en nuestro país hoy, atiende no exclusivamente a la moralidad cristiana de nuestro Chile pechoño, que se dice un Estado laico, pero que claramente no es; si no que -a mi juicio- también se debe a otro pequeño detalle: los hombres no se embarazan.

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En un país donde el parlamento consta de un 14% de diputadas y sus senadoras sólo llegan al 13%, es difícil creer que se pueda pensar en igualdad de condiciones en leyes que afectan de forma dramática a aquella porción de la población que se encuentra más alejada de la toma de decisiones.

No sólo en el parlamento; lo vemos también en la toma de decisiones de las empresas,  a nivel mundial, el promedio de participación femenina en altos cargos directivos en las principales empresas privadas alcanza el 24%. En América Latina esta cifra se ubica en un 28%, mientras que Chile alcanza un 24%, bajo el promedio latinoamericano; las cifras no mienten y las mujeres no estamos tomando las decisiones aquí donde se acaba la Tierra.

Entonces, si no estamos tomando las decisiones, permítanme que les diga que otros las están tomando por nosotras; y esos otros no se embarazan; no se hacen cargo de los hijos de relaciones con descuido, no se hacen cargo de las lucas cuando no puedes trabajar por estar preñada, no se hacen cargo de no usar condón y traer al mundo criaturas sin tener como alimentarlas; no se hacen cargo de la carga emocional de llevar en su vientre un hijo no deseado, un hijo producto de una violación, o un hijo que está destinado a morir al momento de nacer. Ellos, no se hacen cargo.

Entonces, más allá de la moralina añeja, más allá de si nos ponemos de acuerdo o no en que la vida comienza en el momento de la fecundación, o de la anidación; o si la píldora del día después es abortiva o contraceptiva; primero pongámonos de acuerdo en quiénes son las reales afectadas; quiénes sufren las consecuencias; quiénes se arriesgan a la muerte en cada aborto clandestino, quiénes se juegan la vida criando huachos sin padre a la vista, quiénes se frustran la existencia y se matan el alma criando a los hijos del abusador de turno.
Entonces me da para pensar, que son las mujeres quienes individualmente debieran decidir qué hacer; me da para creer que quienes lo han pensado hasta hoy no han sido ellas; y quienes dicen representarlas no lo hacen.

Y claro, no es un llamado a las mujeres cristianas a defender el aborto; entendemos que sus creencias religiosas les impiden hacer, pues no aborten.
El llamado es entonces a pensar en las mujeres en general, sin distinción social ni económica ni religiosa, a decidir según sus propias creencias y valores, y sobre la base de una legislación justa y una política de salud pública que proteja a sus ciudadanas.
El que valóricamente no esté de acuerdo, puede abstenerse de abortar.

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