Opinión

Come y calla, por Felipe Espinosa: ¿De dónde viene la cazuela?

Comenzó el mes de septiembre, con todo ese aire de chilenidad y patriotismo que lo acompañan. Ya se ven por doquier banderas chilenas izadas, las flores silvestres en cada esquina y la cordillera aún nevada, que es el marco imperecedero de una primavera que nos traerá exquisitas tardes de calor, condimento esencial para el festival de parrillas humeantes que se avecina y los muchos asados que el invierno no deja ver la luz.

Así, me levante el fin de semana y convencido de que este mes quiero “encontrar” a Chile en su gastronomía. Me fui muy temprano a los faldeos cordilleranos, a ese hábitat que pocos soportan y muchos admiran.

Perdido en un rincón de Lo Barnechea, ahí donde comienza El Arrayán, se encuentra Mi Rancho, un restaurant de comida chilena que se caracteriza por estar a la orilla del río inmerso entre árboles y rocas que cobijan su terraza. Era temprano y había poca gente, lo que permitió que nos atendieran rápidamente. Fui con mi mujer y para comenzar aperitivos y empanada de pino, el pisco sour de frentón es malo, de botella y sin amor pero pasó a segundo plano al darle un mordisco a la empanada, de características particulares en su masa, crujiente y muy sabrosa. Presumo que deben hacerla con bastante manteca, muy rica y con un pebre de excelente factura. He probado los vinos arreglados y son una alternativa mucho mejor al momento de brindar en este local.

Si de nostalgia patriótica se habla, yo no tengo otro plato más consecuente que la cazuela de ave que pedimos de fondo, en librillo, con su correspondiente papa, zapallo, choclo y un caldo hirviente bien sabroso que hacía gestos al tímido sol que asomaba por las cimas de los cerros. De postre, los más tradicionales. Casi nunca pido, pero compartimos unas castañas con crema, nada deslumbrantes pero coronaban un paisaje criollo con aires de campo que te dejarán pidiendo una siesta bajo los árboles con ese dulce en la boca.

Así pienso en cuántas cazuelas hay, y de cuántas distintas maneras se deben preparar a lo largo y ancho de nuestro territorio que permite que  hagamos cazuelas de chivo, pava, cordero, vacuno, cerdo, llama. Pero hoy pienso en qué sabor tendrá la cazuela de langosta, esa que comen los pescadores de Juan Fernández, esa que se prepara arriba del bote en medio de las labores de pesca, ¿qué sabor tendrá hoy? Me concentro en aquel crustáceo tan valorado y apreciado por la gastronomía mundial, hoy el testigo silente y único a la hora de despedir 21 almas que se alejan  y nos dejan en búsqueda de aquella gastronomía emocional y reflexiva.

MI RANCHO

La Disputada #15457, Lo Barnechea.

F: 2-3215959

Nota de cata

Para el brindis dieciochero una empanada de pino y cabernet sauvignon reserva, que sea fresco y con un poco de acidez.

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