Opinión

Columna de Bernardita Ruffinelli: "Si vas a beber, pasa el celular"

Más peligroso que mono con metralleta son los borrachos con celular en la mano; y en épocas de riesgo intenso como las Fiestas Patrias, los mensajes de texto, los chateos y los mails pueden resultar una amenaza de alto calibre pasada la medianoche. Es cuando el smartphone se transforma en arma de doble filo y nos avergüenza a la mañana siguiente.

¿A quién no le ha pasado que con un par de tragos encima, se pone sentimentaloide y se acuerda de aquellas cosas que no dijo cuando debía decirlas, se acuerda de a quién quiere y no lo sabe, se acuerda de a quién no mandó a la cresta en su momento y cree que ahora es cuándo?

Claro, ahora, pasada la medianoche, con alcotest positivo y jarana circundante; claro, ahora debe ser el mejor momento; ahora debe ser esa instancia de lucidez que tanto necesitábamos; ahora es el momento de la iluminación que nos hacía falta. No pues hombre. NO es ahora ese momento.

Un “te amo” que llega a tu bandeja de entrada en la madrugada del 18 de septiembre, debiera ser considerado mensaje basura y eliminado de forma automática por el sistema. Así como también el “no vuelvas a comunicarte conmigo por favor”, y el top ten: “solo decirte que eres un hijo de puta”. Es que nadie puede haber estado en sus cabales cuando envía esos mensajes en tan folklórica festividad y en horarios poco ortodoxos. El problema es aquél dicho popular que estipula que los curaos y los niños siempre dicen la verdad.

Entonces no te cuestionas el estado de intemperancia, sino que asumes el mensaje como cierto.  Y estando con los niveles etílicos sobrepasados, lamentablemente, no te cuestionas la tontera que estás haciendo. Y es ahí donde los amigos deben estar atentos, y así como le quitan las llaves al ebrio para que no se ensarte en un poste o mate a alguien manejando en ese estado, así también debieran quitarle el celular al jugoso etilizado, e impedir que siniestre su vida amorosa; o al menos, evitar que sus palabras lo hagan querer matarse al día siguiente cuando café en mano y después de tomarse la sal de fruta, lea aquello que hoy le hace querer darse con la cabeza contra las paredes.

Incorporar una función al teléfono que obligue a pasar por una segunda opinión los mensajes dirigidos a “cierta persona” en “cierta fecha”, o mejor aún: ¡un alcotest que se mida con la huella digital en el celular y que no te permita enviar mensajes bajo el efecto del alcohol! Ahí señores, ahí hay una innovación que sin duda se convertiría en un gran negocio. Mark Zuckeberg y hasta Steve Jobs estarían envidiosos de tan revolucionario desarrollo tecnológico.

Estamos rodeados de brillantes avances de la ciencia, de asombrosas hazañas tecnológicas, pero la verdad, es que el delirio del ser humano aún no ha podido ser controlado por la máquina; y eso, la verdad es que me gusta. Me gusta saber que, pese a todo, aun somos víctimas de nuestras pulsiones más primitivas; que nuestras emociones están por sobre la ilusión del mundo materializado y que nuestras entrañas se apoderan de nuestra tecnología, aunque sea de cuando en cuando.

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