Opinión

Come y calla, por Felipe Espinosa: "Plato y medio"

No estoy ni ahí con el futbol, pero ni ahí, eso de tener un club y vestir la camiseta de un equipo se lo dejo a quienes viven el deporte rey de manera más intensa. Sólo vibro ante el juego del balón cuando la “Roja” de Chile se muestra en la cancha. Ilógicamente, hace algunos días fui convocado a realizar la previa de la cena mensual con mis colegas de colegio en un pequeño bar de la Plaza Brasil. Estaba lleno de azules ya que jugaba la “U” con un tal Arsenal de quién sabe dónde. El partido parecía importante pero yo estaba más preocupado de beber y cuidar mi cerveza apoyado en un pilar debido a la falta de sillas. Así comenzó la 51 de este mes. Afortunadamente ganaron los “chunchos” y menos mal que llegué cuando expiraba el segundo tiempo y así al escuchar el pitazo final, sin tregua caminamos ni media cuadra y abrimos las puertas de un mítico local, uno de esos que aparecen en los relatos de padres y abuelos: habíamos llegado al “Juan y Medio”.

Me siento afortunado de haber  conocido el muy antiguo y original local ubicado en Rosario a un costado de la carretera 5 Sur, un recatado y lúgubre establecimiento de mantel de plástico más frecuentado por camioneros que por familias y sibaritas, ese que lamentablemente fue quemado por un incendio con llamas de más de seis metros de altura el año 2006, desastroso evento que dio vuelo a la construcción de un nuevo espacio de mejores instalaciones y con capacidad para aproximadamente 500 personas. Se dice que su fundador, Juan Barrera, era un hombre de casi dos metros de altura y poseedor de un lastre considerable, lo que se ve reflejado en lo abundante y generoso de sus platos y así respetando la costumbre histórica que la ampara sin traicionar a sus comensales es que hace poco tiempo la marca que derrocha éxito también se aventuro en la capital. En esta oportunidad conformamos una mesa muy larga, asistió la oncena titular como hace mucho tiempo no pasaba gracias a la llegada desde Europa del “Chino” Luis y teníamos además una sólida banca que cualquier club de amigos se la querría.

La comida es casera y, recalco, abundante, la plateada estaba buena y jugosa, me sorprendieron los sabores de un cremoso lomo de cerdo nogado que remojaba las papas fritas, el arrollado era definitivamente más grande que el “Chico” Sergio quien se comió hasta las cuerdas. Yo me la jugué por un inmenso sanguche de mechada luco, con palta y mayonesa, bien sabroso, con gran cantidad de carne y en un pan amasado como de campo que casi no dejaba espacio para el shop. Pero lejos lo que celebró más eufóricamente la hinchada fue la lengua, extraordinaria, de algodonada textura que se deshacía entre la lengua y el paladar. Si pudiesen mejorar la velocidad del servicio todo sería redondo porque hay demoras sobre todo en los líquidos que para los fumadores del segundo piso puede llegar a ser molesto.

Afortunadamente nadie acusó lesión y luego de un bajativo de Absenta y una cuenta súper razonable, caminamos nuevamente ni media cuadra y nos entregamos a la fiesta, a la celebración de la cumbia en el Galpón Víctor Jara, lugar al que le conocemos cada rincón, y aunque siempre nos portamos bien igual al otro día me sentía como llegando de un “bautizo”. Vamos Chile que se puede y salgan a robar los tres puntitos de hoy… suerte.

Coordenadas:

Juan y Medio
Huérfanos 2076. Fono: 696 6337

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