Opinión

Columna de René Naranjo: "Falta oscuridad"

“No le temas a la oscuridad”
‘Don’t be afraid of the dark’
Dir: Tron Nixey
EEUU, 2010

Desde que en 2006 triunfó mundial­mente como realizador y productor con la película “El laberinto del fauno”, el mexicano Guillemo del Toro se ha convertido en una marca registrada para todo lo que sea cine de terror, thriller con fuentes góticas y cintas con elementos fantásticos y criaturas digitales curiosas (incluidas “El gato con botas” y “Kung Fu Panda 2”).

Del Toro es un trabajador incansable (por lo bajo produce cuatro películas al año) y de su factoría sale de todo: filmes tan logrados y auténticamente aterradores como “El orfanato” (2007) y otros que se revuelven en el sadismo y los efectos fáciles como “Los ojos de Julia” (2010). En todos se advierte, de todos modos, un concepto inicial potente, que une realidad e inframundo, sobre el cual la trama se desarrolla hacia caminos oscuros.

En “No le temas a la oscuridad”, Del Toro firma el guión y la producción, y entrega la dirección al debutante canadiense Tron Nixey para contar la historia de un padre (Guy Pierce), su novia (Katie Holmes, esposa de Tom Cruise) y una niña, que llegan a una antigua casona. En la residencia, por cierto, acechan seres infernales que ya liquidaron la vida de un célebre pintor en el siglo XIX y que, como en todo buen cuento de este género, tienen predilección por engullir niños.

El clima enrarecido de la casa está presentado desde la primera escena, con el esperado impacto inicial, pero sobre todo con una apuesta por lo que no se ve y sólo se oye. Son esos los mejores momentos de la cinta, cuando todo pasa como en una pesadilla de la niña y cuando las voces en la penumbra inquietan el sueño de los protagonistas. Las visiones de la pequeña Sally (Bailee Madison) se unen a las pinturas realizadas en el pasado, y se echa de menos a un director con más talento para explorar esa veta.

Después, en la segunda mitad, el relato deriva a los lugares comunes y situaciones previsibles. Del Toro y su gente le creen demasiado a los efectos especiales y a la criaturas creadas en forma digital (CGI, como les dicen en inglés) y progresivamente pueblan la pantalla con ellas. Parece que no saben que, en la oscuridad, mientras menos se vea, más se sugiere.   

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