Opinión

Columna de René Naranjo: "Padrinazo"

“El Padrino”

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Dir: Francis Ford Coppola
Con: Marlon Brando, Al Pacino, Robert Duvall. EE.UU. 1972

H oy regresa el Cine a las salas chilenas. El Cine, ese arte prodigioso que nos obligó a amarlo a punta emoción y pasión, se reinstala en las pantallas en el momento justo en el que ‘El Artista’ atenta contra su legado y ‘La invención de Hugo Cabret’ canta su réquiem. El Cine revive ante nuestro ojos con ‘El Padrino’, de F.F. Coppola, obra maestra señera realizada a punta de una puesta en escena colosal, actuaciones formidables, música de antología, fotografía que es arte y concepto, y, sobre todo, de eso que ahora ya no se filma: los mecanismos oscuros con los que funciona el poder.

 Con un guión que es pura inteligencia, Coppola – que entonces tenía 33 años- desmenuza la circulación de las influencias y la toma de decisiones al más alto nivel en los Estados Unidos posteriores a la Segunda Guerra. Desde la industria del entretenimiento y el juego hasta los medios y la política, todo se fragua entre sombras y a espaldas del bien común. Esa idea, que recorre la película a lo largo de sus casi tres horas, reluce con una actualidad demoledora. Basta ver la magistral escena en que Don Corleone (Brando) sella una falsa paz con las ‘cinco familias’ para pensar en la aniquilación de cualquier idea de democracia.

Hoy, al verla remasterizada y en todo su esplendor, se aprecia la fineza de cada detalle de la producción: cómo Brando expresa dolor con un movimiento de entrecejo; cómo Pacino se empodera del siniestro rol que le toca asumir; cómo el abogado Tom Hagen (el gran Robert Duvall) es clave en el equilibrio de negocios y afectos. Esto, más el placer que generan auténticas lecciones de cine, como el asesinato de Sollozzo y el policía (ejemplo de montaje y precisión narrativa) y toda la secuencia del viaje a Sicilia, donde Coppola rinde tributo a Visconti y Rossellini.

De algún modo, ‘El Padrino’ es el ‘Ciudadano Kane’ de la generación que renovó el cine estadounidense de los ‘70. Es una película shakespereana y operática, en la que cada asesinato supone un hecho moral y en la que las venganzas personales se funden sin remedio con los asuntos familiares y colectivos. Es, en fin, el retrato monumental y en claroscuro de todo aquello de la existencia que sólo puede revelar el Cine. El de verdad.

“La lección de pintura”

Dir: PABLO PERELMAN
Con: Daniel Giménez Cacho, Verónica Sánchez. Chile-México-España

En su tercer largometraje, el cineasta chileno Pablo Perelman emprende (tras la lograda ‘Imagen latente’ y la experimental ‘Archipiélago’) la adaptación de esta novela de Adolfo Couve ambientada en los campos de Llay Llay en vísperas del triunfo presidencial de Salvador Allende. Allí, un niño campesino con pasta de pintor genial es protegido por el dueño de la droguería local, que quiere hacerlo conocido en todo Chile. 

Con tono literario y cuidada estética, la película se sitúa en un entorno idealizado y tiene aspiraciones de evidente metáfora de la utopía. Lo mejor es la relación que surge entre el niño y el almacenero, que además es un pintor frustrado (el viaje a Santiago de ambos está entre los buenos momentos del filme). Sin embargo, los demás personajes apenas generan interés y el trasfondo político hace previsible su desarrollo y desenlace.

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