La aprobación que la ciudadanía hizo de la labor del Presidente Sebastián Piñera durante marzo pasado experimentó una baja de cuatro puntos, llegando apenas al 29%. Según Adimark, la empresa a cargo de realizar la encuesta, esta vez la popularidad del Mandatario se vio afectada significativamente por el escenario de conflictos en Aysén. El argumento resulta más que atendible pero no alcanza para explicar por qué el Jefe de Estado no logra repuntar en los sondeos. Su bajo nivel promedio de aprobación es anterior al conflicto en el sur. Desde hace más de un año, el Presidente viene registrando todos los meses una valoración inferior al porcentaje de apoyo que recibió en la elección presidencial. Dicho de otra forma, incluso una proporción de electores que votó por él ya no lo está respaldando.
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Al margen de su personalidad, carisma y estilo de gobernar -cuestiones que también figuran mal evaluadas según las encuestas-, existen otros problemas que le impiden al Gobernante poder subir.
La conducción política de la actual administración ha mostrado errores que no pasan inadvertidos para la ciudadanía. La bullada renuncia del ministro de Energía, Rodrigo Álvarez, es el último ejemplo de una lista que daría para escribir un libro. Hasta el día de hoy nadie ha podido explicar en La Moneda por qué lo marginaron de las negociaciones con los dirigentes sociales de Aysén y ni siquiera le avisaron. Si agregamos a eso que ya sumamos al quinto ministro en esa misma cartera que, se supone, es clave en el programa de Gobierno, todo mal.
Varios otros cambios de gabinete, complejidades en la relación con la UDI, poca capacidad de comunicar los logros (que los tiene) y dificultades para leer bien lo que los movimientos sociales están pidiendo, califican como argumentos que explican esa desconexión entre el Gobierno y la ciudadanía.
En La Moneda, les cuesta comprender los bajos niveles de popularidad. Dicen que el país crece y el desempleo baja. Son dos cifras que se exhiben como resultados de un buen manejo económico. Incluso se argumenta que ahora podrían venir los aumentos de sueldo. El círculo virtuoso, como lo llaman los expertos. ¿Es cierto? ¿Cuánto lo están notando los chilenos realmente? Vamos por parte.
Si bien es cierto que la economía está creciendo y que, según las proyecciones del Banco Central, nuestro Producto Interno Bruto PIB podría llegar a 5% este año, también es cierto que la inflación está aumentando entre otras cosas por el alza de los combustibles y los alimentos.
Es verdad que el desempleo está hoy en 6,4%, una cifra históricamente baja. No obstante, el promedio nacional ayuda mucho. Si miramos lo que ocurre en Arica y Parinacota, donde la población ha realizado acciones de protesta contra el Gobierno, la desocupación es de 9,5%.
Desde el año 2009 y como un requisito de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (Ocde), Chile está utilizando un nuevo mecanismo para medir el empleo. Con el anterior sistema, si una persona trabajaba 15 horas y estudiaba 30, aparecía como una persona inactiva. De acuerdo al actual modelo de medición, esa misma persona, aunque trabajara 5 horas y estudiara 40, aparece como ocupado. De esta forma, personas que trabajan sólo una hora a la semana, no aparecen dentro de las cifras de desempleo. La Fundación SOL, autora de varios análisis sobre el trabajo en Chile, dice que un estudio más exhaustivo muestra que 591.000 personas están subempleadas, es decir, trabajan menos de 30 horas de manera involuntaria.
Aunque es verdad que los números muestran una mayor contratación de personas, esa misma verdad refleja también que siguen siendo las mujeres y los jóvenes los que menos pueden encontrar trabajo porque se les exige calificación. Y mientras ellos buscan, el Gobierno plantea como posibilidad abrir las puertas a mano de obra extranjera, como lo dijo el subsecretario del Trabajo, Bruno Baranda. Actualmente el límite legal de empleados extranjeros por empresa es de 15% sobre la dotación total. ¿No sería mejor empezar primero por incrementar la entrega de herramientas y conocimientos suficientes para que más mujeres y más jóvenes se incorporen y tomen esos trabajos?
Mientras se exhiben las grandes cifras como un todo, la realidad aterrizada está llena de matices. El del crecimiento y el trabajo es sólo un ejemplo de la desconexión entre la autoridad y la ciudadanía. Esa misma ciudadanía que, cuando tiene que evaluar, no olvida consideraciones como ésta.