Tengo una sobrina de cuatro años que es un amor: dulce y melosa, tanto, que la última idea persistente que le escuché es todo lo relacionado con “alimentos saludables”.
Si le damos crédito a la frase “niños y borrachos siempre dicen la verdad” da pie para intervenir el monólogo de la preescolar y realizar algunas preguntas, ¿Qué hace a un niño ignorar un chocolate?, ¿Cuál es la lección de vida que heredó esa camada?.
Para comenzar la reflexión, siempre tendré el recuerdo de la generación de nuestros padres, que juraban que un niño gordito, como yo, estaba sanito, rozagante, bien alimentado, error fatal que descubrió nuestra generación al darse cuenta que todo consumo de productos modificados van teniendo un evidente efecto en el organismo que se expresa en problemas de obesidad.
Ahora, otra pregunta, ¿Acaso se salvó la próxima generación de este flagelo? No en su totalidad, pero sí hay una semilla germinando que viene con la experiencia de que dependiendo de qué comemos finalmente define también quiénes somos y seremos.
La inocencia y honestidad de mi sobrina, con un discurso maduro y drástico, me dieron pie para salir a dar una vuelta orgánica, buscar algo de hierba y grano, evitar la carne en todas sus variedades y aterrizar en una luz.
Sol se llama quien comanda el restaurante Quínoa, algo de místico relaciona los nombres, bien pensado y con un sello impregnado en cada detalle, el local es femenino y de hecho sólo me rodeaban señoritas en las otras mesas.
Yo tengo un detector light y aquí todo es light, el detalle del saco de tela con pancito integral es noble, y la apología al Huerto se plasma en la salsa semi picante que lo acompaña.
Nuestra solicitud fue simple, un plato de fondo para cada uno y una sopa para acompañar, todos los platos tienen la opción de precio con sopa y sin ella, velozmente llegó un potaje espeso y sabrosón¸ de un verde oscuro intenso debido a la espinaca perfumada de topinambur y decorada con piñones que le daban un tostado crocante, de principal para mí un quiche de zapallo camote y queso azul, algo pesado pero compensado con una ensaladita de hojas verdes, mi mujer se desvió a Medio Oriente y recibió un plato cargado de faláfel, humus, berenjenas y otros artilugios representativos de la comida árabe.
Lo anterior y un café se sintió con un precio súper razonable, el servicio de las chicas sin uniforme es simpático y el karma del local se sostiene en su femineidad.
Me fui contento jurando volver, sobre todo interesado en los desayunos de los sábados, productos integrales, frutas, yogurt y mucho más se celebran desde las nueve de la mañana, un bypass al cotidiano que seguramente a mi sobrina le va a gustar.