Opinión

Columna de libros: "Humor gráfico, excelentes invitaciones y más"


Asterisk

Por Germán Miranda (Asterisko).

Ril Editores.

http://www.rileditores.com

 

Este es humor gráfico del bueno, de sentido práctico y avasallador. ¿Quiere comprender mejor a Chile y a los chilenos?, ¿quiere ver las contradicciones más inquietantes que existen en este país?, ¿quiere experimentar una catarsis después de tanto estrés? Este es el texto ideal, creado por un buen-genio.

Narrar por anticipado los chistes, o explicar el humor con teoría, sería tan absurdo como muchos de los personajes y situaciones, que están presentes en esta obra. Algo es posible adelantar; se observa, mucha referencia a borrachos que defienden lo indefendible, niños con personalidades complicadas, hijos con tendencia a vivir con mamá canguro hasta los 40 años, políticos descarados y/o cínicos –están de moda, y por lo menos antes eran hipócritas, es decir, “querían parecer buenos”-, delincuentes que se cuestionan tantos beneficios y gracias por parte del Estado y la sociedad, mucho policía reprimiendo a algún artista o estudiante de forma injustificada y surrealista –que últimamente se ha convertido en todo un paradigma-, gente confundida y cretinizada frente al televisor, gerentes con ideas tiránicas, muchas personas sufriendo indigencia, y discutiendo sobre lo establecido y analizando noticias de la economía nacional, entre otros casos que generan una respiración agitada, con Facebook y Twitter incluidos. Es hilarante a más no poder.

Invitaciones

Exposición de arte: “Boris Grigoriev”.

[El Instituto Cultural de Providencia, honra a los lectores de esta columna con una invitación espléndida].

http://www.proviarte.cl/

 

El Instituto Cultural de Providencia, como siempre, sorprende al público. En esta oportunidad, presenta una exposición de arte de altísima calidad. Se trata de las obras de Boris Grigoriev, en el contexto del primer reconocimiento latinoamericano que se hace al pintor ruso (quien impulsó el Modernismo en Chile).

Hay 100 obras de Boris Grigoriev (1886 – 1939), considerado hoy entre los 20 pintores rusos más cotizados en el mercado del arte a nivel mundial, (sus cuadros se han transado en Sotheby’s, Nueva York, en cifras iguales o superiores a los tres millones de dólares), junto a Degas, Picasso y Matisse.

Esta muestra exhibe obras de varios museos de Rusia, incluso algunas del Museo Nacional de San Petersburgo, de colecciones de Alemania y colecciones privadas de Chile.

La vigencia de Grigoriev, es magnífica. Incluso, semanas antes de la exposición en Providencia, la casa MacDougall’s (Londres), exhibió para subasta tres obras suyas, (con valores entre las 300 mil y 500 mil libras esterlinas, equivalentes a unos 480 mil a 800 mil dólares cada una). De hecho, el año 2011 “Les enfants”, fue vendida en un millón 300 mil dólares, en Nueva York.

También el 2011, la casa Sotheby’s, subastó “Madre y niño” en 1 millón 370 mil dólares. La obra, actualmente, es parte de las colecciones de la Heritage International Art Gallery de Moscú, -una organización que ha actuado en el mercado internacional recuperando el patrimonio cultural olvidado de Rusia-, especialmente aquél que, por circunstancias históricas, fue más conocido fuera de ese país, -específicamente en referencia a la Escuela de París, donde se ubica a Grigoriev-.

Solo entre 2010 y 2012 se han ofrecido en subastas 50 obras del artista. La casa Christie’s vendió en 2008 “El monje”, una de sus obras más conocidas, en 713 mil 250 libras esterlinas, equivalentes a un millón 100 mil dólares.

En el 2008, durante la subasta de tres obras del artista, ofrecidas por el Museo de Berkshire en Pittsfield, Massachusetts, (institución sin fines de lucro que requería fondos para ampliar sus colecciones), Sonya Bekkerman, (Vicepresidente Senior de Sotheby’s), señaló: “La primera vez que vi los tres cuadros, me llamaron la atención inmediatamente por su fuerza y su intensidad psicológica. No solo se advierte en ellos la maestría técnica del artista, sino también su capacidad única para producir tensión a través de la línea y el color. Para Sotheby’s, es un honor tener el privilegio de presentar estos trabajos en nombre del Museo de Berkshire”. Las tres obras fueron subastadas en 7,5 millones de dólares.

 

[Esta exhibición estará hasta el 24 de agosto de 2012, en el Instituto Cultural de Providencia (Av. 11 de Septiembre 1995, metro Pedro de Valdivia). Entrada General $ 1.000.-  Adulto mayor y estudiantes $ 500.  Horario: martes a viernes de 10:00 a 19:00 horas y sábado y domingo de 10.00 a 18.00 horas.  Más información en teléfono: (56-2) 784 8601].

Breve biografía de Boris Grigoriev

[Grigoriev estudió en la Escuela de Arte Stroganov de Moscú (entre 1903 y 1907). Exhibió por primera vez su obra como miembro de la Unión de Impresionistas, (en 1909) y se perfeccionó en la Academia Imperial de las Artes, en San Petersburgo, (entre 1907 y 1912). Incursionó, simultáneamente, en la literatura y la poesía, y viajó, por un corto período, a París, el mismo año 1912, para asistir a la Académie de la Grande Chaumière. Es evidente que esta intensa actividad artística, está mediada por los acontecimientos históricos de Rusia: la guerra con Japón, los oscuros sucesos de 1905, la Primera Guerra Mundial, el golpe de Estado de 1917 y el inicio de la guerra civil, entre otros.

 

En París, se vio fuertemente influido por la obra de Paul Cézanne (1839 -1906) y al regresar a San Petersburgo (1913) se integró a la bohemia de artistas y escritores a quienes solía hacer sus retratos.

 

Interesado en el campo ruso, los campesinos y la vida del pueblo, Grigoriev pintó (1916 -1918) su famosa serie “Raseya” (Rusia campesina); obra donde los rostros de sus personajes, reflejan, principalmente, estados de tristeza, la misma que, mal interpretada por los nuevos gobernantes, fue la causa para que abandonara Rusia por la frontera de Finlandia y viajara por Berlín a París. En esta ciudad, se integró a la vida artística y se relacionó con las vanguardias pictóricas del momento, vinculándose con Toulouse Lautrec y Amedeo Modigliani, -y en tanto pintaba el ambiente parisino nocturno-, continuaba “Raseya” y creaba la serie “Rostros de Rusia”.

 

En 1920, el gobierno comunista de su país interpretó la pintura realizada por el artista en París como propaganda antisoviética y le negó el derecho a regresar. Desde entonces en la URSS sus obras fueron ocultadas y su nombre fue proscrito. Se desconocen reacciones de Grigoriev frente a tan drástica medida. Lo que abunda es su exitoso y extenso trabajo que, como registros histórico-pictóricos de su largo periplo por América Latina, que incluyó la presencia en Chile como profesor de la Escuela de Bellas Artes (1928-1929) y como expositor (1936), y luego Estados Unidos, marcaron con su sello creativo épocas y personas de esas naciones.

 

Grigoriev murió en Francia, donde siempre fue acogido, el año 1939. La URSS, recién le devolvió sus derechos ciudadanos en 1980].

Serie documental Reise ans Ende der Welt (“Viaje al Fin del Mundo”)

http://reiseansendederwelt.wordpress.com/about-us/

http://www.youtube.com/watch?v=LnshQ5yFXTs

 

La serie Reise ans Ende der Welt (“Viaje al Fin del Mundo”), aparece por primera vez al aire -vía Internet-, en Quilpué, (región de Valparaíso) el año 2009,  bajo la producción de Alexis Jorcano y la conducción de Leonardo Knop.

Esta serie tiene como propósito dar a conocer a Chile, al público nacional y europeo, desde la perspectiva de un viajero chileno, amante de la naturaleza y la aventura. En el camino, él se encuentra con habitantes de pueblos y regiones remotas, compartiendo y experimentando la cultura.

Originalmente, esta serie estaba diseñada, para ser colocada en una plataforma web 2.0, en cuatro idiomas, dedicada al turismo y la cultura (año 2009); algo muy diferente a lo que existía en Chile. Ahora bien, nunca se realizó, sin embargo sí se filtró el detalle, la información y su maqueta, luego de una serie de reuniones para obtener auspiciadores y los recursos para llevarla a cabo. Afortunadamente, para los lectores de esta columna y para todos quienes disfrutan de la cultura, gran parte del material está disponible, incluso, en Youtube.

 

[En la actualidad, Leonardo Knop, es además fundador e instructor -al aire libre- de DespegoConsciente.org y creador de una nueva plataforma por Internet, pionera en Chile -y seguramente en Latinoamérica-; un portal dedicado a la vida sana y al equilibrio: www.somosequilibrioyarmonia.org].

Entrevista a Patricio Urzúa

[Nació en Santiago de Chile (año 1977). No tiene hermanos. Desde agosto del año pasado, está casado. Estudió Periodismo en la Universidad Católica. Durante un tiempo participó en algunos proyectos de música experimental (Teledec, El Cierre Eclair de Ultraman, Delta 21). Mantiene intensas actividades de trabajo: colabora en el sitio “super45.net”, que se dedica a la difusión de bandas independientes, y también en la revista Vinos y Más. Ha escrito en otras publicaciones: Rolling Stone, Zona de Contacto, Ronda y Plagio. Recientemente, publicó “Nunca”, su primera novela].

 

 

¿Cómo fue su acercamiento a la literatura y cuáles fueron sus primeras lecturas?

Desde que era un niño, supongo que por culpa de mis papás, empecé a leer de todo. Desde esas ediciones condensadas de clásicos de la Editorial Andrés Bello hasta “La Metamorfosis”, cómics, novelas baratas de bolsillo… Ya en la adolescencia, Julio Cortázar, Jean-Paul Sartre, Jorge Luis Borges, Philip K. Dick, Ray Bradbury, Hermann Hesse, H.P. Lovecraft. Me imagino que como a muchos, la idea de trincheras o militancias, me era ajena en esos días, así que no percibía mis lecturas como contradictorias o eclécticas. Sencillamente, siempre quería leer más.

 

¿Quiénes son sus referentes literarios?, ¿por qué?

 

Diría que, sin orden de prioridades, Kurt Vonnegut, Stanisław Lem, Philip K. Dick -de nuevo-, J. G. Ballard, Anthony Burgess, y de los locales, Luis Rivano, Álvaro Bisama, Germán Marín, Alejandro Zambra; siento una profunda admiración por el trabajo de todos ellos. Tal vez lo que los une son sus personajes siempre puestos en los extremos, sus técnicas literarias diferentes e infalibles. Como periodista, creo que el acercamiento a la literatura tiene que ser lo menos romántico posible: la escritura es un oficio tan exigente y digno como remendar zapatos, por ejemplo, y creo que todos los escritores que admiro son, a su manera, obreros.

 

¿Cuáles han sido las obras de la Literatura Universal que le han llamado la atención?, ¿por qué?

 

Es complicado hacer un ránking. Siento que podría nombrar cosas obvias, dejar otras más importantes afuera. Por jugar el juego: “El Libro de Arena”, de Borges, “El Libro de Manuel”, de Cortázar, “Galápagos” y “Matadero 5” de Vonnegut, “Valis” de Philip K. Dick, “Akira” de Katsuhiro Ōtomo, la serie del “Cuarto Mundo” de Jack Kirby, “2666” de Roberto Bolaño; cada una me parece irremplazable.

 

¿Puede compartir su visión del típico catálogo de los géneros literarios y los límites a los que éste se inclina de forma ineludible?

 

Mi visión de los géneros, es que son un conjunto de reglas que articulan una obra literaria, y que permiten adscribir su pertenencia a un conjunto mayor de obras. Supongamos que muere un personaje. Si el resto de los personajes se ríe, es una comedia. Si uno de los personajes reflexiona sobre la pérdida, es un drama. Si otro personaje investiga el deceso porque percibe que hay algo sospechoso, es un policial. Si el crimen ocurrió con un arma sofisticada, es ciencia ficción. Etcétera. Entiendo a los géneros como una manera estéril y poco creativa de considerar la literatura. ¿Es menos valiosa, por ejemplo,  “Matadero 5” que “Gravity’s Rainbow” como relato de la Segunda Guerra Mundial porque en “Matadero 5” hay extraterrestres y viajes en el tiempo? Yo creo que no. Limitar la literatura a géneros finalmente no conduce a nada, sólo estimula el atrincheramiento, la militancia, el tipo de declaraciones de gente que dice “a mí no me gustan las novelas policiales” y que lo ocupa como excusa para no haber leído nunca a Bolaño. Prefiero no considerar las obras en cuanto que pertenecientes a un género. ¿Se puede afirmar que Borges es equiparable a Robert E Howard, (el creador de Conan el Bárbaro), porque los dos hacen literatura “fantástica”? Ese es el tipo de paradojas a las que conduce el trazado de una serie de cajoncitos, donde cada obra encaja de manera muy conveniente.

 

A su juicio, ¿cuáles son las herramientas que se requieren para formar una prosa poderosa y que conmueva a los lectores?

 

No sé si las domino, pero creo que escribir de la manera menos complicada posible y alternar distintos niveles de discurso son la clave. Las descripciones demasiado técnicas, tienen que ir en contrapunto con pasajes más emocionales. De otro modo, la lectura resulta estéril. En “Nunca” me preocupé, quizá de manera demasiado insistente, por destacar la humanidad de los personajes. Necesitaba creer en sus errores, en sus mezquindades, en sus pequeñas emociones de bolsillo, para poder seguir adelante.

 

A propósito, ¿cómo se gestó su primera novela “Nunca” (Editorial Planeta)?

 

Supongo que como cualquier periodista, o cualquier persona que se dedique a escribir textos más bien utilitarios, tenía la necesidad de escribir algo que no fuera vicario de la actividad de otros, algo que llevase mi nombre, y que se defendiera en sus propios términos, por los valores que pudiera o no tener el texto en sí. Siempre escribí pequeñas ficciones breves (una apareció en la antología Chil3, que imaginaba a nuestro país como podría haber sido), y en un momento, llegué a tener la suficiente voluntad para armar algo más largo. Lo primero que se me apareció fue la figura de Ricardo, el crítico de arte, lo junté con el ansia de escribir una historia terminal, en la que los personajes se enfrentaran a la muerte de todo, a la ausencia de códigos, decoro y preocupación por los demás, y me interesó explorar el fin del mundo desde una perspectiva solitaria e impotente. En relación a mi acercamiento a Planeta, fue algo así como el sueño del pibe: mandé mi manuscrito, dejé una tarjeta con mi mail y mi número de teléfono, y tres meses más tarde la editora, Josefina Alemparte, me dijo “juntémonos a almorzar”.

 

¿Podría referirnos sus experiencias emocionales e intelectuales, respecto al proceso creativo de “Nunca”?

 

Supongo que lo que más me afectó durante la escritura de “Nunca”, fue el terremoto del año 2010. Esa atmósfera de desinformación, de caos y tragedia mediatizada, es algo a lo que quise acercarme en este trabajo. Creo que también fueron claves la lectura de “Historia del Arte”, de Ernst Gombrich, más algunos textos suyos sobre simbolismo en el Renacimiento, y “Signos Vitales”, de Diamela Eltit.

 

¿Qué reflexión estética y ejercicio crítico consideró a la hora de abordar el tema de la novela?

 

No sé si el proceso fue tan reflexivo. Se me ocurre que fue algo más espontáneo, menos traducible a palabras, en el que me dediqué a estructurar una historia alrededor de varias preocupaciones e intereses, que tenía guardados hace tiempo.

 

Hay muchos jóvenes talentos que les gustaría convertirse en escritores; en este sentido, ¿puede compartir los mayores desafíos que ha tenido en su camino por la literatura?

 

Afortunadamente, los únicos desafíos que he tenido que enfrentar han sido desafíos autoimpuestos. Creo que uno debe convertirse en crítico de uno mismo, considerar cada aspecto de lo que uno hace de la manera más acuciosa, dejar de tenerle cariño a lo que uno acaba de escribir y mirarlo lo más “desde fuera” que se pueda. Antes de terminar “Nunca”, deseché por completo siete capítulos de una novela en la que había trabajado meses, y que de verdad, eran basura. Y creo que era la tercera o cuarta vez que lo hacía. Hay que ser honesto con uno mismo, acerca del propio talento.

 

¿Cuál cree que son los mayores desafíos y esfuerzos del “arte de leer literatura” y del “arte de escribir”?

 

Se me ocurre que ambos dilemas pueden resolverse desde algo que, a falta de una mejor palabra, yo llamo honestidad. Como lector, lo resumo en perseguir textos que me parezcan placenteros o interesantes, no porque el autor sea conocido o porque alguien me dijo que tenía que leer o no leer esto. Como escritor, tiene que ver con la aspiración a cierta “verdad” en el texto, no con reglas o concesiones que uno pueda hacer a la crítica o al público. Escribir es, finalmente, un acto de confesión, no en el sentido cristiano de la palabra, sino en el sentido de revelarse ante otros, de desnudarse, de cierta manera. Personalmente, creo que es algo en lo que uno nunca deja de trabajar.

 

¿Cuáles son sus conclusiones de sabiduría, desde que se inició en la prosa hasta la actualidad?, ¿por qué?

 

Yo no sé nada más, que lo que sabía cuando empecé a escribir “Nunca”. Huele a sofisma, es cierto, y recuerdo que a Sartre le preguntaron alguna vez por qué había escrito uno de sus libros, y respondió: “para saber por qué sentía el ansia de escribirlo”. Supongo que si hay algo parecido a una lección en todo esto, es que no basta con tener una idea razonablemente buena, ni siquiera con tener las ganas de escribir ni con sentir que uno tiene algo que decir; terminar una novela es un acto esencialmente muscular, tan exigente y mecánico como proponerse subir un cerro más alto la próxima vez.

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