Opinión

Columna de TV: "Amazonas: Esto va a terminar mal"

Proyectar la evolución de un reality luego de dos capítulos, es un acto tan descabellado como predecir el ganador de una maratón después de recorridos los primeros doscientos metros. Los reality son géneros de largo aliento. De resistencia en los arcos dramáticos generales, y velocidad explosiva en esos instantes que marcan la memoria de los televidentes. Esos momentos de los que depende, finalmente, la fidelidad de su público. Esos subidones de adrenalina televisiva que terminan por generar adicción.

De esos momentos el primer capítulo de “Amazonas” -debut de Chilevisión en el género de los realities- estuvo escaso: la impresión que daba es que no sucedía mucho. Que a pesar de estar en el Amazonas peruano, los protagonistas seguían actuando como si estuviesen en medio de un set. Que la aparición supuestamente amenazante de los Bora -la tribu que los recibió en medio de la selva- fue tan planeada y poco natural como el peinado de Patricia Maldonado, o como la competencia que los enfrentó con los chilenos. Si a eso le sumamos la baja calidad del audio, la ausencia casi monacal de subtítulos y el deficiente uso de la musicalización, todo pintaba para aburrimiento eterno.  Hasta que llegó su segundo capítulo.

Creo no exagerar al decir que lo del jueves, ha sido uno de los mejores capítulos que se han visto en los realities nacionales. Un capítulo trepidante en términos de relato. Entretenido. Un viaje por una amplia gama de emociones que nunca cayeron en la cansadora exacerbación que se ve en los realities de encierro. Un capítulo que se sintió real, dejando a los realities de Nakasone como un show de títeres. Todo eso junto a mejoras técnicas, sobre todo en la musicalización y ritmo visual, a pesar que el audio y los subtítulos siguen al debe.

El capítulo del jueves no sólo mostró una de las imágenes más aterradoramente repulsivas que haya visto en décadas –la de Nicolás Yunge moviendo su gordo trasero y paseándose ante la cámara en calzoncillos-, sino que también a la explosiva mezcla de dos ex novios, Juan de Dios (pinta para gran personaje) y Tanza (a quien tuvieron que atajar para que no lo golpeara) y momentos de felicidad real, que suelen ser casi inexistentes en los realities del 13, donde la alegría siempre es una forma de escapar al tedio del encierro. Acá, en el partido de fútbol femenino con las Boras o la bienvenida a la aldea hubo alegría real. Pero si hay algo que nos dejó el segundo capítulo de “Amazonas”, fue una amenaza de desastre. Las primeras llamaradas de un fuego que amenaza con arrasar con el pulmón verde más importante del planeta Tierra: Tanza Varela y su incendiario coqueteo con un jovenzuelo Bora.

Tanza es una gran actriz y se las sabe por libro. Le mostró sus tatuajes al comienzo del día, le preguntaba si las chicas de la tribu eran celosas, y en la noche, ya le enseñaba al Bora lo que es el alcohol, le mostraba las pechugas y lo manoseaba -aunque esto no quedó del todo claro, por la censura del montaje (¿Qué te pasó Chilevisión? Antes eras tan chévere)-, mientras le decía “Estoy lista para ser una Bora”, justo antes de perderse con el chiquillo por lo oscurito de la selva. 

Toda esa secuencia fue como ver el anuncio de un desastre inminente. Fue ver el choque de la femme fatale (por no decir algo más fuerte) con la inocencia del “buen salvaje”. Un choque de civilizaciones. Lo peor de Occidente estrellándose con el ritmo pausado y silencioso de las tribus originarias. Dos mundos colisionando en el lugar donde todas las diferencias culturales se borran: la seducción carnal. Llamen a la ONU, Greenpeace, el Ministerio de Relaciones Exteriores o a algún control de animales salvajes como Tanza.  Esto va a terminar mal.

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