Opinión

Columna de Juan Manuel Astorga: "Sobra pasión, falta estrategia"

Juan Manuel Astorga Conductor y editor de Radio Duna. Todos los viernes en Publimetro

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No se equivocó el ex presidente de la Feuc, Giorgio Jackson, al haber reconocido hace algunos días que la última movilización estudiantil tuvo errores en su forma de plantearse. El universitario dijo que el contexto en el que se realizan hoy las marchas ha cambiado, dando a entender que este fenómeno no ha sido del todo asimilado por los actuales líderes estudiantiles. No es que piense que ahora no hay que marchar ni menos que ya no existan motivos para hacerlo, sino más bien saber cómo expresarse en los movimientos de masa. A su parecer, la última convocatoria fue bastante ansiosa, mal articulada y descontextualizada.

Al igual que muchas otras movilizaciones realizadas en 2011, la de la semana pasada también fue una convocatoria que no estaba autorizada. Pero el año pasado “el contexto era distinto. Eran muchos los colegios parados y 200 mil personas marchando”, dijo Jackson. En cambio, la más reciente marcha congregó a no más de 5 mil personas en Plaza Italia. Peor que eso, casi ni marcharon, porque la concentración derivó rápidamente en desórdenes. “No sé a quién se le puede pasar por la cabeza que quemar un bus puede ayudar al movimiento estudiantil”, dijo Giorgio, quien no culpa en sí al movimiento, pero se hace eco de la necesidad de una introspección sobre cuáles son las formas de llegar a la ciudadanía sin el riesgo de que las movilizaciones queden reducidas únicamente a destrozos, desmanes y, por ende, el temor y el enojo del ciudadano y la reprimenda y castigo de la autoridad.

Aunque importan e impactan en la sociedad, simplificar los problemas de las marchas a los destrozos sería reduccionista y ciego. Al margen del carente control que hay para asegurar una movilización en paz, a los dirigentes se les desordenó el rumbo. Saben hacia dónde quieren llegar. El cómo hacerlo se les está volviendo un problema, porque allí donde está sobrando pasión, les está faltando estrategia.

Las actuales dirigencias estudiantiles necesitan de un mejor manejo de su agenda. Conocen con claridad lo que quieren, pero no así los tiempos para conseguirlo. Tampoco pareciera quedarles tan claro el cómo lograrlo. Como toda agenda, no sólo se deben anotar los objetivos, sino también en qué momento obtenerlos. Se ha ido creando la sensación de que se quiere todo ahora mismo. Siendo realistas, es un propósito inviable e impracticable.

La pérdida de armonía y conexión entre el movimiento y la ciudadanía ha empezado a notarse. Sus métodos vistosos como los utilizados el año pasado, parecen haberse agotado. Hoy generan cansancio y problemas porque, para muchos, la protesta es sinónimo de destrucción y pillaje. Pero en esto no hay que confundir conceptos: lo que puede estar generando distancia con el movimiento es la forma, no la causa en sí misma. No hay un cambio de opinión social sobre los objetivos de los estudiantes, sino sobre cómo los están tratando de obtener.

El problema, a decir verdad, no lo tiene sólo la dirigencia de los estudiantes. También y por sobre todo está radicado en nuestro espectro político. En una y otra vereda, no han sabido (¿o no han querido?) sintonizar bien con las demandas. El Gobierno envió un proyecto de ley de reforma tributaria que, aprobado y en completo régimen, debería recaudar un promedio de 800 millones de dólares anuales que se destinarían completamente a financiar proyectos educativos. La cifra suena atractiva pero es completamente insuficiente para cubrir la mitad de las necesarias transformaciones en materia educativa.

Pero ni siquiera esos 800 millones están asegurados, porque la reforma podría ser rechazada en el Senado, donde la oposición todavía no ha confirmado su respaldo. De hecho, hay más opiniones en contra que a favor del proyecto, que considera exiguo.

A los estudiantes tampoco les gusta por lo escaso de la recaudación, pero especialmente lo rehúsan porque contiene la posibilidad de que las personas con sueldos entre $ 560 mil y $ 1,5 millón puedan descontar del pago de impuestos los gastos en educación, una normativa que estiman es regresiva y segregadora. Tanto los líderes universitarios y secundarios como un grupo de destacados académicos han considerado que esa rebaja de impuestos sólo favorece a las familias que se encuentran entre el 5% y 19% de los más altos ingresos. Es decir, que el 81% de los contribuyentes recibe un sueldo mensual menor a los $ 560 mil, por lo que no pagan impuesto y no se verán beneficiados. Además, dicen que ayuda únicamente a quienes envían a sus hijos a establecimientos particulares subvencionados y no a colegios gratuitos. 

Aunque la va a respaldar, la reforma tampoco convence a la Alianza Por Chile, porque es sabido que ese sector prefiere financiar nuevo gasto público con mayor crecimiento económico y no con un aumento de los tributos. Por iguales razones, a La Moneda tampoco le mata el proyecto. Peor aún, se hizo el esfuerzo de enviarlo al Congreso para dar por superado el debate sobre reformar las cargas tributarias y evitar que ese tema sea objeto de la campaña presidencial el próximo año. Como la iniciativa se quedó corta ante las peticiones estudiantiles y de la oposición, se está generando el efecto contrario y de seguro la materia será promesa electoral de los candidatos en 2013.

Se desordenó el debate y está claro que hay que rebarajar el naipe otra vez.

Los estudiantes tienen el desafío de reencantar a la masa y asumir que, así como tienen el derecho de manifestarse, también los acompaña el deber de hacerse responsable de los desórdenes en sus propias marchas.

A la oposición le asiste la obligación de ser consecuentes y reconocer que parte del fracaso educativo proviene de las políticas que administraron e implementaron en los últimos 20 años. No se ve bien, además, que simpaticen ahora con la causa sólo por recuperar la adhesión perdida. Se necesita mucho más que eso.

En la Alianza Por Chile es necesaria una mirada más universal del tema. Insistir en que detrás del movimiento opera el Partido Comunista es atribuirle a esa colectividad un arrastre y poder que no tiene. Si fuera así, el PC arrasaría en las urnas, y no es el caso. Aquí confluyen diferentes corrientes de pensamiento pero con una misma visión del problema. Además, criticar a los estudiantes por hacer sentir su voz ante el Parlamento no puede ser calificado como chantaje o extorsión. Es su derecho. Además, no se oye decir lo mismo cuando las grandes empresas hacen lobby por sus causas ante el mismo Congreso.

Por último, le queda como tarea al Gobierno profundizar en sus propuestas y, especialmente, entender y asumir que la demanda por una educación pública, gratuita y de calidad no proviene de un puñado de jóvenes idealistas, sino que es de todos. Así como a los estudiantes, a nuestra clase política también le falta estrategia, claro que en su caso dudo que les esté sobrando pasión.

Las opiniones expresadas aquí no son responsabilidad de Publimetro

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