Opinión

Columna de TV: "Creo: Delicioso charquicán"

A primera vista el charquicán puede ser percibido como un cremoso y revoltoso menjunje sin orden aparente. Un plato donde todas las verduras del campo parecen tener su espacio de manera casi azarosa, más aún si tomamos en cuenta la evolución que ese enjundioso y clásico guiso nacional ha tenido desde tiempos coloniales.

El charquicán es un plato de ingredientes sencillos, fácil preparación y delicioso resultado. Su nombre, se cree, mezcla dos palabras: una en quechua como “charqui” (carne seca) y otra en mapudungún –“cancan” o carne asada-. La receta del charquicán por otra parte no es unívoca: posee decenas de versiones regionales y parece que cada familia chilena tuviera un forma propia de cocinarlo.  Pero a pesar de ello, basta con mirarlo para que cualquier compatriota lo reconozca de inmediato.

El charquicán es uno de esos platos que definen profundamente la identidad nacional como señala la antropóloga Sonia Montecino, una de las entrevistadas en “Creo”, el notable programa financiado por CNTV y que se estrenó hace tres semanas en UCV TV (Anote: se emite los sábados a las 18:30 hrs.).

Y el charquicán fue, precisamente, la analogía que utilizó una científica chilena en el primer capítulo de “Creo”, para definir nuestra herencia genética. Somos un charquicán. Una diversa mezcla de multiplicidad étnica.

Esa imagen calza perfectamente con este programa: un charquicán de opiniones cocinadas alrededor de grandes temas (cada capítulo es temático y aborda inmensidades como la muerte o el amor), donde el caos es solo aparente y el resultado deja con la cabeza llena y el corazón contento.

“Creer es tener una imagen acerca de cómo funciona el mundo y cómo es” dice la declaración de principios que se puede ver en la apertura de esta serie documental. Esa es la brújula que guía a cada capítulo de “Creo” por su navegación temática que se mueve entre tres ejes principales: el conocimiento, la experiencia misma del tema y la representación de esa experiencia (arte, creencias).

Así vemos desfilar a científicos, poetas y académicos chilenos, junto a protagonistas de historias que simbolizan el tema que se aborda, y mucha gente real de todas las edades –jardineros, sepultureros, niños, ancianos, familias completas- explicando sus creencias sobre el tema en cuestión.

Visualmente el relato se despliega saltando de aquí para allá, como si replicara la acción de navegar de link en link, para tejer con paciencia un cuadro cubista que parece abordar la realidad desde el única lugar donde ese romántico intento es posible: la infinidad de perspectivas. Lo hace con empatía, respeto, honestidad y compromiso. Cuatro grandes valores de todo relato, que en el mundo de hoy parecen cada vez más escasos.

En un año dominado por los docu realities que juegan la cínica trampa de retratar una realidad –cuando en lo cierto es que sólo son una puesta en escena, una escenografía triste y vacía- “Creo” es una bocanada de aire fresco que se agradece. Un charquicán sabroso que alegra. Ojalá ahora respondan los televidentes.  La mesa está servida.

Pueden ver los capítulos anteriores de “Creo” en  http://seriecreo.cl

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