Opinión

Columna de Copano: "Renunciar a lo más fácil"

La escena era así: Amaro Gómez-Pablos en el informativo central de TVN presenta la nota. La idea es mostrar qué tanto saben los chilenos del asunto de La Haya. Aparecieron unos cinco adultos. Sólo uno, escondiéndose finalmente de la cámara, por parecer más inteligente del promedio (comprensible, probablemente en su oficina los trogloditas lo molestarán por su respuesta) dibujó algo que parecía correcto. Lo dibujó porque no le daba para profundizar. No quiero mostrarme pateando al más débil (para eso usted le puede dar a cualquier modelo de farándula con un chiste) pero la verdad parecían animalitos. Y era patético. Y preocupante a la vez. 

Nadie tuvo el empacho de analizarlo ni por redes, es que aquí no leemos las cosas que pasan. Todo nos pasa por arriba. Fue un momento bien sorprendente, primero porque la televisión pública chilena para variar había fallado en su misión de informar y lo mostraron como una fiesta. Y lo otro es que esos adultos se comportaban como unos idiotas, riéndose, tomando helado, mirando a todos lados. Era una falla. Era extremadamente subnormal.

Decir esto parece políticamente incorrecto, pero también trabajo en algo que se llama medios de comunicación. Nadie se responsabiliza dentro de lo que pasa: ya la trampa está aprendida. Si haces un contenido de mierda, a lo más pagas una multa y hay plata para hacerlo. Es bien grotesco, porque los organismos reguladores también se dan cuenta. Sólo hoy funcionan como centros donde un grupo de personas muy adultas se reúne a imponer una moral que afuera ni va acorde a los tiempos, pero tampoco tiene mucha importancia. Quizás con ellos mismos, con la religión que profesan, con su propia almohada. ¿Pero saben? no son tan importantes. No existen para esa señora a la cual le fueron a preguntar por La Haya al Paseo Ahumada y dijo “no, no veo noticias”.

Para esa señora es más importante Pamela Díaz. Yo me fui una semana de este país por un viaje y no puedo creer lo que me cuentan: que le pegó a un periodista y que la secuencia circuló en un loop eterno por una conversación pelotuda sobre su madre. Yo creo que estamos alimentando la idiotez en las clases populares a un punto que nos debería hacer sentir un poquito mal. Programas dedicados enteramente a debatir la nada absoluta. Es divertida la farándula si está administrada como lo que es: un juego. Pero ya traspasar el límite es ser cómplice. Y ser parte de ese baile también cobra. Incentivar al chiste sobre el peor, el más limítrofe, el que tiene menos herramientas es ser cómplice de un país medio injusto y en los medios de comunicación está lleno de esa gente.

Yo renuncio amigos. Renuncio a esas lógicas. Me costará más, estaré en estructuras mas pequeñas, tendré que pasar a veces momentos mas inciertos, pero yo, como sé que mucha gente que trabaja en lo mismo, renuncio. Renuncio espiritualmente a usar a una tipa de pasarela para verme más inteligente. Renuncio a transar tanto. Prefiero escribir, prefiero hacer otra tele, qué se yo. Pero estar ahí, para “la masa” ya parece una estupidez demasiado gigantesca. Yo sé que ahí vive mucho infeliz que va y se siente bien miserable al final del día de decir y hacer lo que hace y le encantaría de verdad vivir de otra cosa y no puede. Quizás el ego recompensa, los cartelitos, etcétera. Pero hay otro camino, un camino al respeto. No a la determinación automática de unos focos que manipulan tipos que a la vez se manipulan a sí mismos. Que mienten con los números y las cámaras. En un tiempo más, les aseguro, no van a seguir teniendo ese poder. Se va a acabar. Es natural y lógico y avanzan otras cosas, otras tecnologías, otras ofertas, otro mundo. Quizás es atractivo pero ya fue. Ya fue la máquina de moler carne, de ir a una pausa y ya volver para no volver nunca más a ser lo que pensaste, lo que fuiste, lo que sientes de verdad. Ojalá que este mensaje les llegue a los que piensen en estudiar comunicaciones o arte post-PSU: no todo es la plata.

No todo es A conduce a B. No todo es entregarse así como así. Se puede ir por otro camino. Se tiene que crear para renunciar a lo más fácil.

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