Alberto Mayol: "La fiesta del Binominal"

Nos dijeron que este domingo se vivía la verdadera democracia, la que se da en las urnas y no en las discusiones de los movimientos sociales. Nos dijeron que la participación fue alta y que eso expresa que los chilenos creen en la ruta política e institucional fijada. Pero no nos dijeron que la primaria sólo fue presidencial porque fracasó la primaria parlamentaria, no nos dijeron que sólo participan los dos bloques que se han repartido el poder durante la democracia de los acuerdos y nos dijeron que las primarias nacieron para poder dar novedad a la institucionalidad política sin cambiarla un centímetro.
Chile tiene un sistema electoral (el binominal) que no existe en ningún sitio del mundo, un sistema de salud privado que no existe en ningún sitio del mundo, un modelo educacional que no existe en ningún país del mundo, un régimen tributario que no existe en ningún país del mundo. Pero cada tanto hay un hito que permite decir que Chile es normal.
 

Nuestra institucionalidad política está basada en una fractura entre lo social y lo político, en la participación y la representación. Nos dicen que la democracia es necesariamente electoral, que la verdadera fiesta democrática es una elección. Mienten, eso es enteramente falso. La democracia significa distribución de poder, significa el aumento de la probabilidad de que su visión sea influyente, significa dar más conocimiento, cultura, mejorar la calidad de vida, generar igualdad y reconocer derechos. Las elecciones no definen las democracias: hay dictaduras con elecciones. Nos dicen que el problema a resolver no es si hay problemas con la educación, si hay problemas con las pensiones, si hay problemas con la salud, si el endeudamiento ha llegado demasiado lejos. Supuestamente el problema es que vaya más gente a votar cuando hay elecciones, hacer campañas para ello, implantar primarias, hacer feriado ese día. Eso parece cubrir todo. Porque lo único que buscan los partidos es legitimidad, su gran deuda, su gran dolor. Se aferran a lo que sea para sentir que no tendrán que dejar el poder en el corto plazo, es todo lo que hoy importa.
 

El efecto de lo acontecido en las primarias dura unos días, porque es excitante, porque es una fiesta. Los políticos aparecen hiperventilados, son felices, disfrutan de la droga que es el poder en sus manos, delegado por sus votantes. Con menos de tres millones de votos declaran un éxito total y se llevan a la casa a trece millones de votantes, diciendo que son propios. Pueden hacerlo y da lo mismo. Porque en una semana estarán nuevamente con los problemas de verdad, que en los últimos años se han empeñado en salir a flote y no se pueden esconder debajo de la alfombra. Hemos vivido la fiesta del binominal. Y cuando se acaban las fiestas, la realidad insiste en aparecer.

 

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