Paulina Castellón de Voces Católicas: JMJ, Nuevo reflejo de la luz

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La Jornada Mundial de la Juventud en Río está en todos los titulares. Los medios de comunicación están atentos a todo lo que dice el Papa Francisco en Brasil, mientras miles de jóvenes se movilizan por esa ciudad para no perderse nada de lo que se vive en tan anhelado encuentro. Pareciera que hay algo que va más allá de todas aquellas razones a las que se apela para mostrar la insensatez de ser católico. El papa Francisco publicó recientemente una encíclica, Lumen Fidei -la Luz de la Fe-, en la que explica qué es aquello que mueve a tanta gente, no sólo a viajar a ver al sucesor de Pedro, sino que a vivir un cierto tipo de vida y bajo un prisma único capaz de iluminar toda la existencia: la fe.

Muchos pensarán que esta supuesta fe es sólo una fantasía y que aquellos que la profesan no hablan más que desde un dogmatismo, incapaz de escuchar razones y encerrado en sí mismo. Sin embargo estas personas, al igual que aquellos que no profesan ninguna religión, están en busca de algo que todo hombre busca: la verdad.

Pero, ¿cómo es posible buscar la verdad si a la vez se está encerrado en una creencia? La fe – don de Dios no es el antónimo de razón – facultad humana que nos permite conocer-. Todos los hombres poseemos razón y ella es el punto de partida para que podamos pensar y comunicarnos. Lo que hay que comprender es que la fe no anula a la razón, y muy por el contrario, la complementa. La persona que tiene fe es y debe ser también una persona razonable . La fe ciega es sospechosa, porque sin el elemento racional toda creencia estaría permitida y, por lo tanto, no habría un parámetro del bien común. Esto no quiere decir que la razón puede explicar todo lo que se cree por fe, porque la razón humana es limitada y se demora en conocer. Pero la fe no puede contradecirse con la razón, puesto que ambas muestran una sola realidad, una solo verdad. La fe es la linterna del casco del minero que permite contemplar la mina para no tropezar y la razón son las manos que la deben trabajar. Tanto la linterna como las manos permiten conocer la mina, pero desde perspectivas diferentes.

Los miles de jóvenes que han llegado hasta Rio, así como millones que lo hacen en espíritu, ven la realidad iluminados por una luz que delinea perfectamente las formas y hace brillar los colores. Una luz que mueve no solamente razones sino que también corazones y que prepara al hombre para vivir la realidad desde una verdad que por sí mismo es difícil de alcanzar.

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