La columna vertebral de Avello: "Un golpe de suerte"

No fumo, pero insisto en que es muy estricta la ley de fumadores. El cigarro es compañía, brinda momentos de reflexión y sobre todo crea espacios de genuina democracia. He visto lugares donde jefes y empleados se unen para ir a fumar a una ventana, a un patio interior.
Ahora los fumadores son perseguidos y enjuiciados, se les acorrala en azoteas o son relegados a la berma de callejuelas oscuras, como delincuentes.

Un estudio dice que las mujeres que fuman tienen más tendencia a que se le caigan los pechos, entonces que fumen de cabeza.

Otra víctima de la dictadura a la que poco se le hace mención es la señora Lucía, que debía dormir todas las noches con el general. Aunque viéndola a ella, él también era un poco víctima.

Y siguiendo con reflexiones del gobierno militar, el mejor skech de Espinita fue cuando todos creían en la oficina que él era el anticristo, porque descubrían que tenía el 666 en el cráneo, pero era el código de serie del peluquín.

Tengo algunos amigos a los que no les gusta el fútbol, ni verlo ni practicarlo y deben fingir, en público, que les gusta. Deben esconder su secreto del entorno pestilente de regordetes con la polera de la Selección. En Argentina, a los que no les gusta el fútbol, les dicen amargos. “Prefiero que mi hijo salga puto, que me salga amargo”, me dijo un argentino una vez. Si yo no fuera heterosexual, sería homosexual. 

Pero no homosexual como Pablo Simonetti, sino como Rolando Jiménez con trazos de Jaime Parada.

Falleció Jonas, el doble oficial de Chayanne en Chile. Yo no me quiero morir. O me gustaría morir viejito, como el arquitecto brasileño Niemeyer o como el general Pinochet.

Tengo tan sensible las tetillas, debo tener muchas hormonas femeninas y una cuota importante de glándulas mamarias, aunque con ropa pasan por pectorales. Lo bueno es que se siente muy rico cuando me las estimulo, aunque con el frío me duelen, sobre todo la derecha.

Conocí a Michelle Carvalho, una hermosa brasileña, modelo, y de realitys. A su lado me sentí tan viejo que tendría que tomar una tortilla de viagra para recién empezar a hablar con ella.

Tengo tanto miedo a viajar en avión, aunque sean viajes cortos. A Concepción el viaje dura 45 minutos y para la travesía tomo un ravotril, una pastilla para dormir y dos shops grandes mínimo. Llego impecable.
Una vez le vi su intimidad, casualmente, a Luis Jara en un baño de Canal 13, fue en el año 2006. Fue un golpe de suerte. 

Este verano volví a ver a Luis Jara, esta vez en el aeropuerto Carriel Sur. Luis venía de animar el Festival de Dichato. Me saludó muy amablemente, hablamos de la televisión digital y de cómo su irrupción cambiará el panorama actual de la TV chilena. Mientras conversábamos, no podía dejar de pensar en el 2006.

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