Columna de Katherine Urrutia: Castigos y Punta Peuco

En la última semana se determinó el cierre de la cárcel Cordillera, que a ojos de todos  es un centro penitenciario muy distinto a las que normalmente estamos acostumbrados a observar en las noticias.
Como terapeuta no voy a tomar parte en la discusión de los pormenores de los recintos, pero sí necesito hacer el análisis de las diferencias carcelarias entre unas y las otras, donde las especiales tienen algunas garantías que se vuelven difíciles de entender para alguien que está cumpliendo condena en lugares que son más parecidos a una escuela de delincuencia.
Como dije, quiero llevar estos hechos al enfoque terapéutico, especialmente cuando los padres dan castigo a sus hijos.
Los castigos pretenden corregir una conducta inapropiada, peligrosa e incorrecta, para modificarla y extinguirla, esperando, en algunos casos, no solo el cambio, sino que también una reflexión o escarmiento moral, como muestra de arrepentimiento con una disculpa, por la conducta ejecutada.
Normalmente los padres tienden a castigar a sus hijos de forma inadecuada, desproporcionalmente, poco contingente y fuera de tiempo. Ejemplo, es muy común ver en lugares públicos niños con grandes berrinches y a los padres con constantes amenazas:, “espérate cuando lleguemos a la casa”, “le voy a decir a tu papá como te estás portando”, “no te voy a comprar lo que quieres” y todo nuestro ser nos dice, que nada de eso ocurre. Los castigos para estos niños son, en su mayoría, similares a estar en la cárcel Cordillera.
A diferencia de otros casos, donde vemos padres dando constantes castigos, gritos, incluso tirones de pelo, jalones, etc., que podríamos concretar en este ejemplo con la realidad que viven los presos en las otras cárceles del país.
Los castigos tienen que ser siempre acorde a la conducta realizada, en el momento adecuado y principalmente, los padres tienen que tener tranquilidad en el momento de dar el castigo o este será exagerado y no se cumplirá, permitiendo a los niños participar de este. Por ejemplo: ”Rompiste la tarea de tu hermano, ¿Qué crees que podría ser un buen castigo?” para hacer que el niños tome conciencia de su comportamiento.
En lo personal, creo que la mejor forma de extinguir una conducta errónea es impulsar las conductas positivas y premiarlas socialmente (felicitaciones, aplausos, abrazos, etc.) esto aumenta autoestima y crea la necesidad de hacer las cosas bien.

 

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