Columna come y calla por Felipe Espinosa: Anguila

Había abordado el avión, habíamos embarcado a la hora sin ninguna novedad y velozmente, figurábamos todos en sus respectivas butacas con cinturón de seguridad abrochado, las turbinas calentando y la tripulación cerrando las puertas. El despegue era tan inminente que yo ya había conectado mis audífonos comenzado a ver la película del Llanero Solitario, buen rato estuvimos en esa cuando un llamado de atención del capitán nos pone en aviso de que el vuelo temporalmente se suspendía, el aeropuerto cerraba durante dos horas por un avión que al aterrizar se salió de la pista. Por culpa de uno pagábamos todos, tal incidente prohibió cualquier aterrizaje y despegue de cualquier aeronave y fuimos cordialmente invitados a descender del avión quedándonos en tierra sobre la hora del almuerzo sin haberlo programado.

La cuestión en que por el volumen de gente que bajó a la plaza de los restaurantes colapsaron uno de los dos locales existentes. Las pizzas tenían una cola gigante que nunca haría y a un costado estaba un pequeño sushi el cual me atendió rápidamente con mi orden de unagui roll y unagui niguiri.

Soy adicto a la anguila ahumada de agua dulce a la que los japoneses llaman unagui. Hace poco en Santiago me di un banquete oriental del pescado anguiliforme en el Shogun, un trocito nipón que complace todas mis expectativas de un restaurante tradicional, decoración rústica muy japo, simple y correcta, cortinitas en la entrada, mucha piedra y bambú. El sushi bar lo atiende un autóctono de ojos rasgados y la carta muestra una lista interminable de platos escritos en japonés. Dispóngase a pedir muchas explicaciones si no es muy entendido pero las garzonas no se quedarán sin orientarte correctamente.

Esa noche comimos muchas cosas menos rollos, probamos la sopa miso para aplacar esos últimos días fríos de septiembre. También un sashimi multicolor de pescado fresco y lejos lo mejor era el set de niguiris que repetimos por lo rico. Una vez más Unagui en escena y a su lado unos gunkan de erizo que deben su nombre al parecido que tienen con unos antiguos buques de guerra de la armada del sol naciente.

Podría comer anguila todo el día y a toda hora, me tiene mal, donde la veo no puedo resistirme, es una debilidad que se formó con el tiempo y disfruto cada vez que la encuentro frente a mí. Se transformó en uno de mis favoritos de la vida, ni el vino blanco ni el té verde logran sacarme su sabor de mis papilas, asimilo cada momento junto a ella como si fuese el último, eso es lo único que me da consuelo. Shogun es un lugar para ir tranquilo a comer lo que hay que de seguro será de lo mas fresco, prepare su billetera y déjese llevar por sus antojos orientales.

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