Columna del sacerdote Hugo Tagle: "Muerte en Conchalí"

¿Miedo? ¿Temor al futuro? Quizá la sensación de una carga insoportable. Como sea, tras nueve meses ocultando lo que para cualquier mujer sería motivo de alegría, terminó con una vida para siempre ¿Qué habrá pasado por la cabeza de Pilar Castillo, la joven universitaria de 20 años que fue detenida por el homicidio de su bebé recién nacido? Difícil saberlo. Quizá ella misma no lo sepa. Quizá no atine nunca a expresarlo coherentemente. Tanta tragedia y dolor juntos son imposibles de verbalizar. Pienso en su soledad. No juzgo a nadie, pero no puedo dejar de preguntarme. ¿Dónde está el padre de esa niña recién nacida? ¿Cómo nadie se dio cuenta del estado de gravidez de Pilar? ¿De qué se conversaba con ella en los momentos de mayor intimidad familiar? ¿O no se dieron nunca? Muchas lagunas en un mar de tristezas.

Siento pena por ella, por todos los que la conocieron y estuvieron cerca de ella.

Pero saquemos lecciones. Felicito a las miles de mamás solteras que, contra viento y marea, a pesar de las presiones, salen adelante con sus guaguas. A pesar de las leyes de pre y postnatal, mejores condiciones de maternidad, en Chile sigue siendo complejo ser madre. Casi es un estigma negativo.

Por lo mismo, felicito a instituciones como María Ayuda o la fundación San José para la adopción que se preocupan de casos como el de Pilar. Si hubiese golpeado la puerta de alguna de estas dos instituciones de la Iglesia católica, otra sería la historia. Esa niña estaría viva y Pilar sería feliz.

Y felicitación también a las madres que, tras un discernimiento y con valentía, ven que no podrán hacerse cargo de su hijo y lo dan en adopción. Una gran renuncia, pero ese hijo o hija vive y encontrará una familia que lo acoja y cuide.

Esta tragedia deja en evidencia la absoluta falacia del aborto. Esta muerte nos muestra en toda su crudeza que se trataba de una vida que minutos antes estaba en el vientre materno. No se trataba de una vida distinta a la de minutos antes del parto. Es una misma y única vida.

Y una palabra a ti, Pilar: Dios, en su infinita misericordia conoce nuestros corazones y no se cansa de perdonar. Con el tiempo caerás en la cuenta del error cometido; cargarás con una gran cruz, que es ya suficiente castigo. Vienen tiempos duros pero al final habrá luz y saldrás adelante. Podrás dar vida a otros, la misma que de seguro quisiste regalar a tu pequeña hija pero, por esos misterios del alma, finalmente se truncó.

Y bendiciones a todas las cientos de Pilares embarazadas que andan por ahí ¡Ánimo y adelante con su embarazo! No se dejen atemorizar por una sociedad muchas veces egoísta, hostil y fría. Si necesitan ayuda, no dejen de recurrir a alguna institución de ayuda (como las que nombré) Encontrarán allí una mano amiga y cálida.

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