Columna vertebral de Avello: "El rey del twist"

El olor que me lleva a la infancia es el de la orina seca pegada en los muros del edificio donde vivíamos.

De colación para llevar a la escuela me daban pan con ají.

Mis vecinos del departamento del lado tenían como mascota un guarén, una vez se les escapó y me mordió la cara.

Una vez mis papás me disfrazaron de gato para la fiesta de disfraces de la escuela. Pero ese día no había que ir disfrazado, la fiesta era al día siguiente. Anduve todo el día con ballerinas, una cola y bigotes pintados. La escuela se rió en pleno.

Me di cuenta que era feo recién a los 13 años. Mi madre siempre me dijo que yo era bonito y como no compartía con mucha gente, sólo con mis hermanos menores, le creí. 

Me fui dando cuenta de a poco que no lo era, por algunos comentarios de mis compañeros de curso, la indiferencia de mis compañeras, y algunas caricaturas que hizo un compañero dibujante, donde destacaba mi nariz y unos pómulos desproporcionados con el resto de la cara. Además del apodo de “A-feo”, juego de palabras con mi apellido de Avello.

Ahora, después de 25 años, soy famoso, tengo plata, vivo bien y he estado con muchas mujeres. Parece que no era tan feo.

En el colegio tenía un compañero de curso que me dijo que su mamá había sido polola de Luis Dimas. Me relató que su mamá sin conocerlo personalmente le escribió una hermosa carta de amor y que Luis, emocionado, se la había respondido.

Mi compañero me contó que tal fue la emoción de Luis Dimas ante la belleza de la carta, que a los pocos días compuso una canción llamada “Señorita desconocida”, dedicada a ella.

La canción que se hizo muy popular dice en su letra: “Señorita, desconocida, espero que escuches, esta sencilla canción; señorita, desconocida con tu linda cartita lloré de emoción, Me dices te falta cariño y ternura que nunca nadie te habló con dulzura, yo solo también me siento de veras, créeme, no tengo amor…”.

Mi compañero me contó que su madre se siguió escribiendo por un tiempo con el rey del twist, hasta que en un viaje a Talcahuano, lugar donde vivía ella, se habían conocido, al fin, y habían iniciado un hermoso romance que duró varios meses, y que lamentablemente terminó por la distancia y los constantes viajes de Luis por Chile y luego por el extranjero.

Hace unos años yo trabajaba en “SQP” y me tocó entrevistar a Luis Dimas. Fuera de cámara le conté la historia de mi compañero, y de lo feliz que había sido su madre esos bellos meses de romance.  Cuando le mencioné el nombre de la señora, en ese tiempo jovencita, los ojos de Luis Dimas se iluminaron. Se acercó, me abrazó y me dijo: “No me acuerdo, en ese tiempo yo me acostaba hasta con el gato”.

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