Columna de Copano: "Y ahora qué"

Se acabó la PSU. Y se terminó el colegio. Estaba pensando en ti, que ahora comenzaste el verano, las postulaciones, la espera de los números que se supone que tendrían que definir tu vida.

Lo primero que es claro que eso no va a hacer ninguna diferencia si no piensas en que te apasiona hacer.

Obviamente vivimos en un mundo donde la competencia desenfrenada y sin control, cuyo único valor es el dinero, es el impulso lógico para comprar cosas que te definan más allá de lo que realmente sientes. Es una estructura brillante donde cada uno de nosotros, los que estamos dentro, hemos contribuido.

Pero eso no es cierto. Y por eso es un buen momento, cuando estás definiendo probablemente tu futuro, de conversarlo.

En el mundo laboral, las cosas no son linea- les: no es un mundo de buenas y malas notas. En esa dimensión real todo tiene que ver con la actitud y lo que uno debe hacer estratégicamente para brillar en la pega, si desea ser parte de algo o si quiere la libertad de poder emprender y crear lo propio.

Y eso tiene que ver con que la inteligencia no es algo medible como en el colegio en base a la definición clásica de que una calificación te vuelve más o menos listo. No. Tiene que ver con todo el conjunto.

Yo no tengo hijos. Pero pensaba en el día en que dieran la PSU o se enfrentaran a mi edad (ya tengo 27) se guardaran algunos consejos.

En una de esas te sirven a ti. Son mis reglas a esta altura. Y tienen que ver con que no hay que tener miedo. El miedo es el que paraliza la decisión y muchas veces estas evaluaciones de siglo 20 son las que no sirven para nuestros tiempos.

Primer consejo: no hay que desesperarse. Muchos chicos comienzan a creer que entran a la lógica de la competencia y toman las decisiones equivocadas.

Buscan eso que llaman “el éxito” que se refleja en la papelería de las empresas constructoras de edificios: una familia blanca, de gente sonriente, que tiene una piscina de fondo. Eso no es nada. Eso es publicidad.

Ahí entra lo segundo: tomar demasiada atención a un montón de tipos que no importan. A los compañeros de universidad, a la vieja del barrio.

Y por error a través de eso querer ahí cometer el error más grave: escuchar mucho a padres que les importa demasiado lo que piensen los demás. Ellos corren a competir a sus hijos con los hijos de otros. No seas la mascota de tu papá y tu mamá. Sé tú de una buena vez.

Y para ser tú, necesitas encontrar qué carajo te gusta. Qué te deja pega- do. Qué materia no te aburre. Y desde ahí meterse en profundidad y no parar para crear el espacio o la pasión necesaria para cambiar un mundo lleno de superficialidad, asquerosa- mente basado en formas, en títulos, en falsos honores. Dejar de creer que las cosas dependen del lugar de donde estés.

Muchos en Chile creen que uno es de donde nace. Eso es falso: uno es lo que se hace con el tiempo, y cada decisión, cada minuto, es lo que cuenta.

De lunes a domingo uno se construye si desea llevar sus sueños a la realidad. No es una cosa de comprar un título, es un asunto de cómo llevas tu propia vida a donde tiene que ser.

Y eso no es fórmula. Es trabajo, imparable y grande para poder cambiar las cosas. Y una vida realmente se puede cambiar con el esfuerzo necesario.

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