Lagos espera que por fin Chile tenga una Constitución "sin ruido de sables"

 Si Michelle Bachelet gana este domingo las elecciones, se pondrá en marcha un mecanismo político que concluirá con la aprobación de una Constitución que hará posible un viejo sueño del expresidente Ricardo Lagos, que  Chile  tenga una Carta Magna con la que todos se sientan identificados.

“Todas nuestras Constituciones han tenido un origen espurio. Ahora ha llegado el momento de elaborar una en paz y tranquilidad”, asegura el exmandatario.

En marzo de 2000, Lagos se convirtió en el primer socialista que volvía al palacio de La Moneda, el lugar donde el 11 de septiembre de 1973 murió el presidente Salvado Allende víctima del cruento golpe militar de Augusto Pinochet.

El exmandatario recuerda la profunda emoción que sintió en aquel momento y también la incertidumbre que en algún momento le asaltó por lo que podía ocurrir.

Esos recuerdos y muchos otros están recogidos en el libro “Mi vida. Desde la infancia a la lucha contra la dictadura”, el primer volumen de sus memorias, en el que narra sus primeros 50 años.

Lagos (Santiago, 1938) decidió escribirlo el día en que sus nietos le dijeron que no entendían por qué se había armado tanto revuelo cuando el abuelo salió por televisión apuntando con el dedo a un señor invisible.

Para ellos, ese gesto no pasaba de ser una más de las muchas discusiones que hoy se pueden ver en cualquier programa de debate o de farándula.

Estaban muy lejos de entender que el dedo acusador del “tata” apuntaba nada menos que a uno de los dictadores más crueles de América Latina y que las imágenes correspondían a una época en la que “ni una hoja se movía” sin que lo supiera Pinochet.

“Es una mirada muy personal, muy subjetiva. No pretendo hacer un relato de la historia del país en los últimos años, sino describir el contexto en que tomé las decisiones”, explica Lagos en entrevista con Efe.

Uno de los episodios que marcó la trayectoria política y personal de este abogado, economista y académico metido a político fue el levantamiento militar de 1973. “El golpe me cambió la vida”, recuerda ahora Lagos.

Un ejemplo del giro que dio su vida lo refleja la anécdota que protagonizó cuando a mediados de los ochenta visitó en Madrid la sede de la agencia Efe.

Allí le mostraron la biografía de él que estaba preparada, pero Lagos no estaba de acuerdo en que dijera que era un “político chileno”, porque él se consideraba un profesor universitario con un perfil intelectual.

“‘Perdón, señor’, me dijeron con mucha sagacidad los periodistas, ‘pero si usted fuera sólo un académico, no estaría en el obituario de la agencia Efe,”, recuerda Lagos, quien confiesa que antes de que estallara la dictadura jamás se habría imaginado que acabaría siendo presidente de  Chile .

Y mucho menos que acabaría reformando la Constitución pinochetista de 1980 para suprimir los llamados “enclaves autoritarios”, herencia inequívoca de la dictadura.

“Todas nuestras Constituciones han tenido un origen espurio”, afirma Lagos, convencido de que por fin ha llegado el momento de que  Chile  elabore una nueva Carta Magna.

Y no cree que si se produce una abultada derrota de la candidata oficialista, Evelyn Matthei, en las elecciones presidenciales de este domingo vaya a haber una debacle en la derecha.

“Van a seguir existiendo dos polos durante largo tiempo en el país”, asegura.

Uno de los episodios que Lagos recuerda con especial significación de su trayectoria política se remonta a 1984, cuando el dirigente democristiano Patricio Aylwin -que llegaría a ser el primer presidente tras el retorno de la democracia- se reunió con el dirigente socialista Carlos Briones para explorar la posibilidad de aunar fuerzas contra el régimen militar.

Tras el encuentro, ambos llegaron a la conclusión de que el distanciamiento que se había producido entre ambos partidos durante el Gobierno de la Unidad Popular (1970-1973) se debió a que sus respectivos “mandantes” eran “muy exigentes”, algo que nadie podía rebatir ya que estaban hablado de los presidentes Salvador Allende y Eduardo Frei Montalba, ambos ya muertos.

Lagos considera que uno de los “secretos” de la transición chilena fue “que había ejemplos, como los Pactos de la Moncloa”, en referencia a los acuerdos que a finales de los setenta posibilitaron el tránsito de la dictadura franquista a la democracia.

“Aquí dijimos, ‘vamos a ir a España, a aprender cómo lo hicieron"”.

Pero en el seno de la familia socialista, a la que pertenecía Lagos, había división.

Unos eran partidarios de armar una gran coalición opositora e inscribirse para votar “No” en el plebiscito contra Pinochet y otros consideraban que eso equivalía a traicionar los principios de la lucha democrática.

“Eran muchas las tensiones, las dificultades fueron enormes”, rememora Ricardo Lagos, quien consciente de la frágil situación que  Chile  vivió en el epílogo de la dictadura plantó cara a quienes le pedían que fuera el candidato presidencial de la naciente Concertación.

“La diosa Fortuna golpea una sola vez a la puerta de uno. Tienes que abrírsela ahora”, le dijo entonces un viejo amigo liberal.

La historia se encargaría de demostrar que la esquiva divinidad tuvo paciencia y en 1999 llamó nuevamente a su puerta. 

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