Columna del sacerdote Hugo Tagle: "Humareda"

Calor. Incendios. Falta de agua. Sin el ánimo de ponerse trágico, el cuadro climático y la tragedia de los incendios nos deben llevar a colocar manos a la obra y cambiar de una vez nuestra mediocre relación con el medio ambiente. O nos ponemos serios en el trato con la naturaleza o ésta finalmente nos dará un golpe de gracia cuando ya sea demasiado tarde.

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Las imágenes de los incendios en demasiadas zonas del país son desoladoras. Y la consecuente humareda sobre la capital es una clarísima invitación a hacerse cargo de un medio casi abandonado a su propia suerte ¡Qué frágil es equilibrio ambiental! Cada árbol, arbusto, plata, vale su peso en oro. No da lo mismo el trato que demos a ella. Dios nos confió la creación para administrarla, no para explotarla indiscriminadamente. Existe un sabio equilibrio al interior de la naturaleza que no se debe romper. Los primeros perdedores somos nosotros. Los efectos de una administración abusiva están a la vista. 

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Chile está lejos de ser ejemplo de cuidado del medio ambiente. Hay esfuerzos y algunos adelantos. Le hemos torcido la mano a la desertificación del norte, por ejemplo. Cerros que antes eran signo de muerte y abandono hoy, gracias al empuje de empresarios visionarios, se han transformado en vergeles donde crece toda suerte de frutas y alimentos.

Otro tanto en el sur, donde al parecer no sólo no disminuye la cantidad de bosques nativos, sino que se busca aumentar su cantidad. La campaña de “un chileno, un árbol” es un acierto ingenioso que se debe aplaudir y apoyar. Pero es poco, al lado de los enormes desafíos que nos presenta un futuro en que el agua será un bien escaso y las temperaturas tenderán a aumentar.

“La naturaleza es la mejor maestra de la verdad”, dice un gran santo, San Ambrosio. Contemplarla es confrontarse con lo que el hombre es. Y en este caso el cuadro es preocupante.

Pero no es tarde para recular y cambiar de actitud. Cada uno en lo suyo puede hacer mucho. Por de pronto, el cuidado de nuestros parques y avenidas. “Dime cómo es tu plaza y te diré cómo es tu barrio”, podríamos decir. Extraño en muchos barrios un cuidado mayor de lo que es común, los árboles, bancas y juegos. Es triste la excusa de que la municipalidad debe hacerse cargo de lo que debería ser materia de los vecinos.

El cuidado de la naturaleza es expresión del respeto a los demás, al vecino, a quien tengo al lado. Hágase el propósito de dejar los lugares que ocupe un poco mejor que como los encontró. Si cada uno se propone hermosear en algo su propia cuadra, barrio, casa, otro gallo cantaría.

Toda manifestación de vida merece respeto. Por favor, pensemos en nosotros, en nuestro mundo, es el único que tenemos.

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