Columna de Luis Carlos Arias sobre La Haya: "Nada que perder"

LIMA: El Palacio de Torre Tagle es una bella casona limeña del siglo XVIII, ubicada a dos cuadras de la Plaza de Armas, en pleno Centro Histórico de la capital peruana. Por fuera se lucen sus balcones coloniales de madera finamente tallada; por dentro, pasando el zaguán, un elegante patio interior que da a los salones de techos altos. Se respira allí un ambiente casi monacal, como el de los tantos conventos que se construyeron en la Lima colonial (herencia virreinal: rendir culto a Dios a través de edificaciones magníficas más que en las nimias acciones de la vida cotidiana).

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El Palacio de Torre Tagle es la sede de la Cancillería del Perú, seguramente la institución del Estado que mejor funciona en el país. Floja competencia tiene, la verdad. El Congreso, los otros ministerios, el gobierno nacional, las Fuerzas Armadas, la policía, el Poder Judicial, etc., son percibidos como entes corruptos, ineficientes o simplemente inútiles por la mayoría de peruanos, y deben celebrar con champán si por azar alcanzan un 25% de aprobación. 

En estos días el ambiente está más agitado en Torre Tagle. A diario hay rondas con periodistas, líderes de opinión, comisiones de provincias, para explicar cómo se dará el fallo de La Haya y qué significa. El mensaje central insiste en pedir mesura, paciencia y unión. Recalcar que todo se ha hecho de acuerdo al derecho y que civilizadamente Perú y Chile están resolviendo un diferendo ante una corte internacional inapelable. Así, esto no es un partido de fútbol –¡menos mal!–, ni una competencia para ver quién se queda con más. Del fallo de La Haya no deben quedar triunfadores ni derrotados, sea cual sea la sentencia.

Ese es el mensaje, clarito. ¿Cuánto ha calado en la población o en los líderes políticos? Ni tanto. Hoy mismo, el ex presidente Alan García y los alcaldes de su partido o afines andan promoviendo el embanderamiento de plazas y casas para el 27 de enero como demostración de afirmación patriota. El gobierno y sus aliados critican el oportunismo patriotero. ¿Mesura, unión? Demasiado pedir… 

Tradicionalmente, la Cancillería ha trabajado muy bien, incluso cuando desde otros sectores del estado le han puesto obstáculos (en este mismo gobierno, los dos ministros de Relaciones Exteriores que ha tenido Humala no han sido diplomáticos de carrera). No en vano, un peruano, Víctor Andrés Belaunde, fue presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1959 y otro peruano, Javier Pérez de Cuéllar, fue el secretario general de las Naciones Unidas entre los años ochenta y noventa. 

Si las cosas funcionaran más o menos como en la Cancillería –tampoco hay que ponerse tan exigentes–, el Perú sería un país muy diferente. En los últimos años, los diplomáticos peruanos han maniobrado inteligentemente para ponernos ante La Haya en una situación tal en la que no tenemos nada que perder y mucho que ganar. Lo más inteligente es manejarlo así, como un tema jurídico que se resuelve en la instancia que corresponde. Ojalá estuviéramos todos a la altura de la Cancillería.

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