Columna de Raúl Sohr: "Cambios de la narrativa chilena frente a La Haya"

Cuando Perú presentó sus reclamaciones marítimas a La Haya, en enero de 2008, la respuesta chilena fue de incredulidad.

Cómo era posible semejante iniciativa sin destino. Era público y notorio que existían tratados que delimitaban la frontera. La prueba de ello era el respeto peruano, a lo largo de más de 60 años, del límite que corre en línea recta en paralelo al Ecuador.

Una demostración clara que ambas partes compartían la delimitación de sus respectivos países. Más aún, se dijo que si la Corte Internacional Justicia (CIJ) aceptaba la queja peruana sentaría un precedente peligroso. Ignorar los tratados existentes y acatados, en los hechos por ambos países, amenazaba con propiciar múltiples casos en diversos puntos del planeta. Así se ponía en peligro las propias bases del derecho internacional. Un argumento adicional esgrimido por las autoridades chilenas fue la postura ecuatoriana. En Quito se señalaba que existían tratados limítrofes y no meros acuerdos pesqueros como lo postulaba Lima.

Con el correr de los meses y años las certezas iniciales chilenas se debilitaron.

Ecuador que era considerado un sólido aliado y se contaba con su comparecencia ante la CIJ se marginó del caso. Perú le ofreció garantías escritas ante Naciones Unidas que en su caso reconocía la frontera marítima trazada en línea recta cual paralelo, como reclama Chile. La diplomacia peruana señaló que la diferencia radicaba en la existencia de algunas islas ecuatorianas. Así consiguió apaciguar a sus vecinos del norte. Además ambos países, después de pasar por los críticos enfrentamientos de la cordillera del Cóndor en 1995, han logrado una buena integración política, física y  económica. Como es natural Quito consideró ante todo su interés nacional y habiendo logrado una oferta satisfactoria guardó silencio.

Sobre la vigencia de los tratados existentes, de 1952 y 1954 entre Chile y Perú, Lima insistía que no eran tales. Y, al parecer, sometidos a la lupa exigente de jueces especializados no pasaron plenamente el examen de la blancura. Ello es lo que se deduce, al menos, de la palabras del canciller Alfredo Moreno quien admitió que “hubiese querido que estuviesen mejor redactados”. En cuanto a que el caso chileno-peruano sentase precedentes internacionales la verdad es que las historias y realidades geográficas son tan particulares que cada caso tiene características propias. El eje de la disputa entre  Chile y Perú, es por los derechos a explotar las doscientas millas (370 kilómetros) de la Zona Económica Exclusiva (ZEE) según la demarcación que fije la CIJ. Quizá poniéndose el parche antes de la herida el canciller Moreno explica que Chile no perderá territorio propiamente tal. Por la ZEE, aunque sea adjudicada en parte a Perú, puede navegar quienquiera cuando lo desee. Pero la pesca u otras explotaciones quedan reservadas para el país al cual se las asignen. Pero Moreno señala que en la ZEE hay muy pocos peces. La anchoveta, que es el recurso principal del extremo norte, se encuentra en las 20 millas más próximas a la costa, al menos el 84 por ciento de las capturas. 

Lo cierto es que cualquiera sea el veredicto de la Corte ninguno de los países verá afectado sus intereses vitales. Pero, claro, a nadie le gusta perder.

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