Columna de libros: “Operación Dulce” de Ian McEwan

Operación Dulce nos lleva al pasado. Ian McEwan recrea en su novela el Londres de los años setenta, todavía marcado fuertemente por el escenario de la Guerra Fría, y también con las acciones de los sindicatos mineros, la crisis energética y los atentados del IRA. Ese es el mundo en que Serena Frome, la protagonista, entró a trabajar en el MI5, el servicio de inteligencia inglés. No es una espía, ya que el servicio era uno de los principales reductos conservadores y machistas: las mujeres no eran más –en general- que unas secretarias y no muy bien pagadas. Serena escribe desde el presente para recordar lo que sucedió hace cuarenta años: “[…] me encomendaron una misión secreta del Servicio de Seguridad británico. No salí indemne. Me despidieron dieciocho meses después de mi ingreso, tras haberme deshonrado yo y haber arruinado a mi amante, aunque sin duda él colaboró en su perdición” (11).

La cita anterior es parte del primer párrafo de la novela. Pareciera contarlo todo, pero el relato de Serena no va directamente a la misión que debe ejecutar. Tampoco queda claro a cuál amante se referirá, ya que a medida que se avanza van a pareciendo distintos candidatos, incluido un profesor de Cambridge, quien la prepara para su entrevista para ingresar al servicio secreto. La literatura es parte del texto también, por cuanto Serena es una lectora veloz, quiso estudiar Letras en la universidad, pero terminó estudiando Matemática, lo que no le impide dedicar la mayor parte del tiempo para leer y despachar a veces en una tarde novelas de distinta índole. Lee rápido porque suele saltarse párrafos enteros o buscar aquellos que le parecen claves. Su afición es la que la llevará a salir de las oficinas del MI5 y jugar un poco a la espía. 

La literatura se tomará literalmente las páginas del libro, porque –ya en su misión- Serena contará de qué se tratan las historias de una joven promesa, Tom Haley, que quiere escribir su primera novela. McEwan intercala los largos resúmenes de Serena sin previo aviso, lo que remece también nuestra lectura: nos convierte en lectores que leemos un cuento dentro de una novela. Leí que los relatos utilizados son adaptaciones de historias del propio McEwan cuando aun no daba el salto a las novelas. Entonces el texto nos involucra en una historia de espías, con misterios que van resolviéndose, armándose poco a poco, aclarando incógnitas, pero presentando nuevas; y en eso es atractivo y logra mantener el suspenso. Por supuesto el uso de una narradora que va recordando cómo se dieron las cosas, pero que no tiene acceso a los otros personajes, ayuda a mantener al lector en las cuerdas. Pero también es un libro que reflexiona sobre literatura, o más bien, sobre los lectores: cómo leemos (literalmente), cómo interpretamos las lecturas, cómo nos relacionamos con narradores y escritores detrás de esos narradores. “Mis hábitos de lectura estudiantiles no son una digresión. Aquellos libros me condujeron a mi carrera en el servicio de inteligencia” (17) dice Serena; una podría realizar el mismo ejercicio: las lecturas que hicimos, nuestros hábitos, nos condujeron a los lectores que somos hoy día.

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McEwan, Ian. Operación Dulce. Barcelona: Anagrama, 2013.

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